Hoy vamos a hablar de enmascaramiento (masking).
Antes
de empezar, debo confesar que este es un terreno todavía en investigación para
mí. Como ya sabéis, tengo el diagnóstico desde hace poco, incluso si sé desde
hace más de una década que soy autista. Pero este hecho me ha mantenido ajena a
cuestiones más profundas, como esta del enmascaramiento. Como que siempre he
sido consciente de conductas de masking, pero muchas otras las estoy
descubriendo todavía.
Empecemos
por describirlo. ¿Qué es el masking? Es la reacción de la persona autista ante
una situación social para hacer pasar desapercibido su autismo. Es decir, es
una conducta adaptativa del individuo autista para parecer neurotípico. Cuando
haces masking es porque estás controlando algo: si normalmente lo haces, lo
anulas; si no lo haces, intentas provocarlo o lo actúas.
Soy
una persona muy introvertida, aunque tengo un punto de ser sociable y me gusta
hacer amigos y salir por ahí. Para muchos puedo llegar a ser una persona muy
sociable y extrovertida. Si me ven así, seguramente sea porque estoy haciendo
masking. Tal vez no y, simplemente, me siento muy a gusto con esa persona, pero
tal vez sí. ¿Cómo lo sé? A mí me sirve un truco muy fácil: si cuando actúo de
una determinada manera siento nervios en el estómago, quiere decir que esa no
es mi reacción natural, que la estoy forzando. Por tanto, que estoy haciendo
masking. Una misma actitud o reacción, dependiendo de la persona y del contexto,
puede suponer que sea consecuencia del masking o que sea algo que te salga
natural. Para que se entienda: si yo le hago a alguien muchas bromas –me lo
invento–, depende de quién sea ese alguien, esta puede ser una conducta
impostada o puede salirme como natural por ser parte de mi personalidad.
Seguramente,
cada persona autista tendrá sus propias experiencias con el masking. Yo puedo
decir que, cuando lo he usado de manera consciente, me ha hecho sentir muy
torpe. Imagina a una autista introvertida haciéndose pasar por una persona
extrovertida para que no se le vean sus características autísticas y no tener
problemas. Puedes empezar muy bien, pero como el masking se lleve a cabo de
manera prolongada en un mismo contexto o con las mismas personas, al final te
acabas volviendo muy metepatas. Los motivos principalmente son dos: el primero
es que estás fingiendo algo que no dominas y eso, tarde o temprano, te acaba
delatando; el segundo es que, al cabo del tiempo, corres el riesgo de relajarte
porque te confías… y acabas teniendo algún desliz. A modo de ejemplo, yo suelo
anular los stimmings que hago en mi puesto de trabajo, pero llevo tanto tiempo
en este colegio que, hoy por hoy, dejo salir algún que otro stimming aun a
riesgo de que se den cuenta.
También
es cierto que yo tengo la enorme suerte de tener una gran capacidad de
aprendizaje y que muchas de las convenciones sociales que compis autistas aún
desconocen o no terminan de comprender o saber aplicar, yo sí he conseguido
adquirirlas y usarlas de manera eficiente. Eso me ha permitido evitar el
masking en infinidad de ocasiones y ser yo misma de manera natural y muy
adaptada.
Aun
así, no me libro del masking. Es más: un problema que tenemos las personas
autistas y, muy especialmente las mujeres, es que llega un punto en el que
usamos tanto masking que ya desconocemos si hacemos masking o no; si lo que
estamos haciendo forma parte de nuestra personalidad o es algo impostado para
no salir escaldado.
Cuando
el masking me pone más en evidencia es cuando creo que haciendo comentarios que
yo jamás diría, a la otra persona le va a caer bien y me va a permitir un acercamiento.
No confundir con querer quedar o caer bien: es sencillamente un intento de
hacer que la conversación sea más agradable para ambas partes, que exista una
fluidez mayor, un entendimiento más profundo y, si cabe, como decía, un
acercamiento. Pero, por ser autista, muchas veces no atino con el comentario y,
aquello que pienso que puede resultar gracioso y que puede hacer que la otra
persona se relaje conmigo, en realidad lo que produce es un silencio incómodo.
Y esto es algo que me ha llegado a pasar incluso con mis padres. Me ha pasado
poco, así, en general, pero me ha pasado. Y me siento fatal con ello, porque ni
siquiera suelto algo que yo pienso, sino algo que creo que un neurotípico diría
y que a otro neurotípico le gustaría oír.
Otra
cosa en la que hago masking es en el lenguaje coloquial. Yo soy muy formal
hablando. O eso, o mezclo, porque me cuesta mucho adaptar el lenguaje según el
contexto. Pero cuando estoy con gente de mi edad o más pequeña, o gente mayor
que yo pero que usa coloquialismos por todas partes, así como palabras
malsonantes, yo voy detrás. Y esto sí que me sale muy bien. No lo hago con mis
amigos: ellos siempre me dicen que en una misma frase puedo decir una palabra
culta detrás de una expresión vulgar. Pero sí con personas que no conozco bien
o cuya confianza en ellas no es tan grande como para considerarlas amistades y
relajarme en su presencia.
Michelangelo,
de las Tortugas Ninja, es a menudo percibido como extrovertido y distraído al
punto de ser un metepatas. ¿Se entiende por dónde va la analogía? Michelangelo
no es autista, pero sí podría perfectamente representar la personalidad que
muchas personas autistas adoptan cuando usan el masking y algunas consecuencias
inmediatas tras de sí. Incluso en el lenguaje coloquial que usa se podría
parecer a mí usando masking lingüístico. Además, resulta muy irónico que use el
color naranja, ya que es el color de la energía… la misma que nos autoimponemos
cuando estamos haciendo masking y que se desgasta como nunca en esos momentos.
Por
otro lado, tiene intereses muy marcados, como lo son la pizza y el baile. Y
cuando se enfoca en un objetivo, puede llegar a ser el mejor. Pero por sus
gustos y por su comportamiento aparentemente despreocupado –aunque no
necesariamente sea cierto– es percibido por los demás como infantil. Esto seguro
que a muchas personas autistas les sonará.
Es
por esta razón que usé este personaje como hilo para esta entrada. Me parecía
gracioso y nostálgico, ya que, como dato irrelevante, a mí me encantaban las
Tortugas Ninja y Michelangelo siempre fue mi favorito. Así pues, encontrar
cierta relación con el tema, me hizo venir ganas de utilizarlo para esta entrada.
Todas
las personas autistas hacemos masking en mayor o menor medida. Ahora bien:
seamos conscientes de ello o no, esto trae sus consecuencias. ¿Cuáles?
Como
mencionaba anteriormente, una de ellas es el desgaste prematuro de energía.
Tenemos habitualmente poca batería social, pero, si además tenemos que utilizar
el masking, entonces es muy fácil que la agotemos muy rápido y que, incluso,
nos metamos en un shutdown. Otra consecuencia es el agotamiento físico, que
incluso puede llegar a inhabilitarte por días dependiendo de si ha sido un
episodio de shutdown muy fuerte o no. Una de las consecuencias más graves
podría ser la posibilidad de desdibujar tu personalidad al punto de olvidarte
de quién eres o estar continuamente replanteándotelo.
A
veces te preguntas si vale la pena. A nadie le gusta reprimirse, ¿verdad?
Entonces, ¿Por qué debemos hacerlo nosotros? El problema es que el espectro
autista está tan estigmatizado, que no te queda otra que hacerlo. No es que
cambies tu forma de ser, sino que estás adaptando la que ya tienes a un modo de
hacer las cosas considerado normativo. Y la necesidad de pasar desapercibidas
tus características autísticas no es más que el reflejo de una sociedad capacitista
que prejuzga, señala, ningunea e infantiliza al diferente. La autoimposición de
hacer masking nace de la necesidad humana de vivir en paz y no tener problemas.
Os voy a contar una situación que viví yo misma para ilustrar a qué me refiero con esto.
Cuando
me metí a estudiar el grado superior acababa de salir de un cuadro depresivo. No
tenía el diagnóstico, como ya sabéis, pero sí que hacía un par de años que
sabía que era autista. La cuestión es que no tenía ni fuerzas ni ganas de hacer
masking. Pensé que ya era una persona adulta y que iba a estar en unos estudios
en los que me aceptarían tal como soy, justamente por tratarse de unos cursos
relacionados con la docencia. Craso error.
El
primer curso lo recuerdo con una tutora que constantemente me atacaba.
Enlistaré algunas de las cosas que me decía:
- Eres/yo te veo muy rara.
- Normal que te hicieran bullying en el colegio: con tu comportamiento lo provocas.
- Es que yo entro en la clase y veo a todo el mundo hablando menos a ti y me
parece raro. Estás ahí que pareces un bulto.
- No entiendo qué te pasa. Creo sinceramente que te has equivocado de carrera
porque la gente como tú no debería estar aquí. Si estuviera en mi mano, te echaría.
Si a
estos comentarios le sumamos que no paraba de observarme y que señalaba
continuamente a otros profesores aquellos momentos en los que me abstraía o
hacía stimming, la verdad es que me sentí muy agobiada.
Y no
fue la única que no me dejó en paz. Tenía como profesora de un par de
asignaturas a una psicóloga que me hacía pruebas y preguntas supuestamente
encubiertas –entendí enseguida lo que pretendía– para confirmar o desmentir
mi autismo. De hecho, incluso intentó que un día se lo dijera casi a la fuerza.
La suerte es que con ella me llevaba muy bien al menos… y en las sombras me
defendía de mi tutora. Por ejemplo, una vez me contó que mi tutora estuvo a
punto de llamar a mi familia y ella la frenó. Hubiera sido muy problemático si
se lo hubiera permitido.
¿Qué
pasó en segundo? Que estaba harta de sentirme observada, de ser el centro de
atención, de que varias personas pusieran en duda mis capacidades por ser como
era. Aunque aún hacía stimmings, me forcé a socializar muchísimo más. Hice
buenas migas con mis compañeras, aunque ya las había hecho el curso anterior –a pesar de que mi tutora dijera que no me relacionaba, en realidad sí que lo hacía, solo que
no entre clase y clase como ella pretendía–. Pero reprimir mis emociones me
provocaba shutdowns muy continuos. Tenía al menos una crisis a la semana, los
viernes no podía con mi vida y estaba tan insoportable que no me aguantaba ni
yo. A veces lloraba, a veces tenía repetidos shutdowns en medio de las clases,
a veces tenía stimmings muy compulsivos que me ayudaban a calmarme… o a veces
ni eso conseguían… Todo esto provocó que mi procesamiento sensorial se
disparara y que todos los estímulos sonoros y lumínicos me afectaran más de la
cuenta, con lo cual, sufrí todavía muchos más shutdowns, a veces tenía que
pedir que me dejaran salir de clase para relajarme, un día tuve un meltdown
flojito…
Todo
esto provocó que tuviera rachas de insomnio muy fuertes y que eso afectara en
los resultados de algunos exámenes. Todo por enmascarar. Eso sí: gracias a ello,
mi tutora me dejó en paz, la profesora que era psicóloga se relajó y empezó a
pensar que simplemente era una persona rara y no necesariamente autista…
Conseguí mayor tranquilidad, pero a costa de mi salud mental y física. Solo
encontré algo de refugio en las clases de Gemma, en las que hacía stimming
libremente y eso me ayudaba a regularme emocionalmente, recuperar un poco la
energía y sonreír después de una larga y dura semana. ¿Que me concentraba
demasiado al punto de no escucharla? A ella no le importaba: trataba de devolverme
a la realidad de manera suave, no intrusiva; ¿Que me hablaba y no le
contestaba? Sonreía, se iba, al rato volvía y con paciencia me repetía lo que quería
decirme. Además, siempre respetó mucho mi espacio, me escuchaba, me tenía muy
en cuenta, me animaba a todo… en definitiva, me cuidaba. Por eso convertí sus clases
en mi refugio durante aquel segundo año.
¿Sabéis
otra cosa? Desde que empecé a hacer masking, mi tutora me empezó a tratar mucho
mejor, se molestó en intentar conocerme y comprenderme y, aunque aún tenía de
vez en cuando algún comentario fuera de lugar, por lo menos demostró una
preocupación eficiente en mí. No todo iba a ser malo con esta mujer. De hecho,
yo sé que tenía un carácter algo difícil, pero no era mala persona ni mala profesional.
¿Qué le pasaba, entonces? Exacto: tenía muchos prejuicios y una mentalidad
capacitista. No se la puede culpar por ello: la mayoría de las personas son así
cuando desconocen sobre el tema. Esta es la cruz que nos toca a las personas
neurodivergentes: educar a la sociedad para que nos entiendan. La gente teme lo
que no entiende y por eso tiene reacciones muy variopintas.
Es
la misma situación que nos pone en riesgo de pérdida laboral a las personas
autistas dedicadas a la docencia en la escuela pública: los órganos
gubernamentales no quieren que personas autistas ocupen las aulas. Que estés
trabajando o no, dependerá de que te calles o de que hables y al mismo tiempo
tengas la suerte de contar con un equipo directivo que te valora y te entiende,
que, si veían que eras un gran profesional, no cambia de idea a la que
confiesas que eres autista y se chivan de tu condición al órgano
gestor de personal para que tomen medidas contra ti. La realidad es que podemos
ser buenos docentes, así como también malos… pero eso jamás dependerá de
nuestro autismo. Sin embargo, ¿por qué existe esta realidad que hace que todos
ocultemos nuestra condición a los demás? Capacitismo, desconocimiento,
prejuicios. Lo mismo que en la sociedad nos obliga a ponernos la máscara de Michelangelo para nuestra
mayor tranquilidad.
Ay marta la verdad ke me he emocionao mucho con esta entrada, por las cosas ke has pasao, tu actitud ante ellas y esas personas y por lo clarito ke has explicao por ké todo eso. Ké bueno cómo llegas hasta el fondo hasta la causa. Gracias y a compartir.
ResponderEliminarCarmen
Gracias a ti por leerme siempre. Me alegra que te guste lo que escribo :).
EliminarEstá lleno de pasajes tristes y duros de leer, pero qué bien explicado todo. Espero que escribirlo también te haya ayudado a desahogarte al menos un poquito aunque haya pasado tiempo. Horribles las cosas que decía esa tutora...
ResponderEliminarComo siempre, nos enseñás mucho a través de tus escritos 👍
No era mala tipa. Aparte, en los últimos tiempos diría que nos llevamos medio bien. Pero a veces se le saltaba la térmica, sí.
EliminarIgual el masking tampoco tiene todo negativo. Ayuda mucho a que la gente te acoja bien de buenas a primeras. Es horroroso y agotador, poco saludable mentalmente... y que te obligue a ocultar tus rasgos autísticos me parece un error... pero si así la sociedad es más agradable con uno, pues mira, no hay mal que por bien no venga, que se dice.