Me
siento orgullosa de ser autista. Hace apenas unos meses que sé que lo soy, pero
lo he sido toda la vida y lo seguiré siendo hasta el final de mis días. El
autismo me define, aunque no es lo único: más allá de un diagnóstico existe una
persona con su propia personalidad, sus metas, sus sueños y, por qué no, sus
frustraciones, traumas y bloqueos.
Si
echo la vista atrás, me siento orgullosa de la resiliencia que he ido mostrando
tras cada escollo. Me digo una y mil veces que el camino ha sido muy difícil y
que he derramado muchas lágrimas hasta quedarme sin respiración; que he gritado
en silencio tantas veces, que la vida me ha apretado hasta prácticamente
ahogarme. Pero siempre he seguido adelante.
Soy
autista y me encanta hacer amigos, pero me cuesta mucho. Me han hecho mucho
daño, se han aprovechado de mí y he entrado en relaciones tóxicas en
incontables ocasiones. Debido a eso, me he vuelto muy desconfiada y eso no ha
ayudado a mi naturaleza reservada e introvertida. Pero soy autista y no soy
ningún ser de luz: yo también he desangrado algún corazón por el camino. Yo
también he sido el monstruo en la historia de otros. También el ángel salvador
en muchas otras, como yo he tenido personas que han aportado luz a mi vida. Así
son las relaciones humanas.
Establezco
vínculos de formas peculiares, entablo relaciones un tanto particulares. Pero
me encanta y a las personas implicadas también. Al que no, huye. Pero te
contaré un secreto: si huye, esa persona no era para ti y no merece la pena que
le dediques más tiempo. Por lo demás, aclararte que puedo ser patosa cuando me
relaciono con la gente, pero eso no me impide ser sociable y amistosa. Soy muy
buena amiga y me encanta serlo. Fiel, leal y sincera. Así soy. Un poco rara y
difícil de comprender; también bastante metepatas. Pero, si estás en mi vida,
ten por seguro que te quiero mucho y que voy a luchar por ti hasta las últimas
consecuencias.
Porque
sí: soy intensa y terca. Eso contribuye a que tenga unos fuertes ideales, unos
principios muy marcados. Y no, no conseguirás que me salga de eso. Si me
obligas a no reciclar, me frustraré; si me haces tener el grifo abierto más
tiempo de la cuenta, sufriré muchísimo. Si vas a soltar un discurso poco
empático con el ser humano, interesado y egoísta, o contra la cultura de algún
pueblo, me contendré para no debatir ni discutir contigo, ya que sé que, si lo
hiciera, acabaríamos mal. Puedo respetar las opiniones ajenas, pero me cuesta
muchísimo cuando estas pisotean los derechos de otros seres vivos. Si
desprendes algo parecido por tu boca, será muy difícil acallar la mía: pero lo
haré, porque no me querrás ver como un volcán en erupción. Estoy convencida de
ello.
No plantes
una injusticia ante mí. Mi superheroína interior saldrá a flote, alzará los puños
y se pondrá en pie de guerra. ¿Me arriesgo a veces a complicar mi propia vida?
Sí, tal vez. Pero ya que no lo puedo evitar, por lo menos me dejo llevar por el
impulso y, como no sé parar hasta conseguir lo que me propongo, seguro que algún
lado positivo sacaré de la experiencia. Nos veremos bajo un puente, pero con
orgullo y dignidad, habiendo mejorado la vida de alguien más (estoy haciendo
una broma).
Hablando
de bromas. ¿Sabías que me encanta decir tonterías? Sé que no tienen ninguna
gracia porque mi tipo de humor es muy tonto, pero yo suelto una tras otra de
todos modos: siempre habrá alguien a quien le gustará alguna de ellas. Si
quieres hacerme reír, haz un juego de palabras que valga la pena: me encantará
escucharlo. Y ya que estamos en el área del lenguaje… ¿Sabías que es mi área
más desarrollada? De pequeña fui hiperléxica. A veces se me escapa alguna
ironía o broma de los demás y me lo tomo al pie de la letra; es más: hay
ciertos tipos de humor que no entiendo y que me molestan mucho, me hacen
enfadar. Pero capto el noventa y nueve por ciento de todo ese vocabulario
abstracto. Además, soy una persona irónica y sarcástica que usa refranes y
metáforas a diario. Espero no haberte decepcionado: en mi carnet de autista pone
que tengo una inteligencia lingüística brillante y que eso no me hace menos
autista que los compis. Además, puedo asegurarte que, en aquellos casos en los
que esa abstracción me ha pasado desapercibida, se han creado situaciones cómicas
con las que he acabado disfrutando muchísimo en compañía de mis seres queridos.
Mis
emociones me desbordan. A veces me encantaría darme cabezazos contra la pared
para que mi cerebro dejara de pensar: mi mente es el Pekín de las sinapsis.
Pero me encanta vivir mi vida tan intensamente, incluso si me hace polvo por
días. Odio tener tantas dificultades para dormir, pero adoro saber que puedo
pasarme horas tirada en la cama aprovechando el tiempo imaginando todo tipo de
situaciones. Tal vez recordando anécdotas bonitas con las mejores personas con
las que me haya podido topar. Porque ser autista también me hace valorar
intensamente todos y cada uno de mis vínculos, por pequeños que sean. Porque,
además, tengo una memoria excepcional. A veces me estresa que los demás no la
tengan y no termino de comprenderlo; a veces, mi propia memoria me parece el
mayor de mis males, pues, igual que te embriagas de maravillosas vivencias,
también te impregnas de todas las culpas y sufrimientos.
A
veces no reacciono a cosas que están pasando delante de mis narices y eso me
deja en evidencia de vez en cuando y me hace sentir poco conectada con mi
entorno (aunque, en realidad, sea todo lo contrario), pero qué bien sienta
saber que mis ojos ven más allá y que puedo ver cosas que el resto no ve. Eso
me otorga una habilidad fantástica que me ayuda a conocer el mundo e
interactuar con él. De una manera distinta: la mía, que ocasionalmente será más
torpe y por momentos será mucho más especial. Lo que seguro que será es igual
de válida.
En
mi tienda de neuronas espejo tengo excedente de empatía. ¿Sabías que sufro lo
indecible cuando en una serie o película tiran flores a la basura o rompen un
peluche? Pobres flores, pobre peluche. También me encantará que compartas tus
problemas, preocupaciones y dudas conmigo y, ¿sabes?, me fusionaré con todo lo
que me cuentes. Tanto, que ríete tú de Vegeku en Supersaiyajin. Intentaré
ayudarte, aunque tal vez no me salga el mejor discurso o consejo en el momento.
A veces conseguiré algo brillante en ese mismo instante y a veces no. Pero en
caso negativo, déjame asimilar tus emociones, déjame lidiar con ello a tu lado,
consultar con la almohada y dormir. Al día siguiente volveré con unas terribles
ojeras y con todo mi arsenal dispuesta a hacerte sonreír y tratar de que tu
carga se aligere lo máximo posible. De todos modos, te aseguro que no es una
iniciativa que tomaré a la ligera: antes que nada, me cercioraré de qué es lo
que necesitas. ¿Y qué mejor manera de enterarme que preguntándote? Si puedo
hacer algo por ti, si crees que me puedes necesitar por algo… mi hombro siempre
lo vas a tener a tu lado cuando quieras.
Soy
una llorica. Todo lo arreglo llorando. Pero qué alivio siento cuando acabo; qué
fantástico es saber que ser tan sensible, aunque me haga un daño inenarrable,
también me aporta más felicidad de lo que es habitual. Qué bonito es poder
apreciar cada pequeño detalle y abrazarlo como si no hubiera un mañana.
Amo
dejarme absorber por la ficción creada por los demás o por mi abrumadora
imaginación. Casi diría que es mi pasatiempo favorito. Esa rara sensación de volver
a la realidad y mostrar confusión porque, ¿Qué? ¿No era real todo aquello?...
Me río en la cara de la realidad virtual. Es muy bonito viajar a mi mundo
interior y sonreír o reírme sola en medio del territorio mundanal cuyo ruido a
veces es tan exasperante.
Tengo
un talento increíble para escribir, pero ser autista no siempre significa saber
explotar los frutos de tus habilidades. Llevo muchos años con bloqueos,
probablemente causados por la ansiedad. Porque sí: ser autista también es ser
un manojo de ansiedad con patas que constantemente escucha de los demás que
debería aprender a disfrutar más de la vida, no darle tantas vueltas ni sobreanalizar
las cosas y no sufrir tanto. Soy autista y disfruto de mi vida, ¡Vaya si la
disfruto! Pero lo hago a mi manera, no a la tuya.
Me
siento mal si te confundo por la calle porque te has cambiado el peinado o hace
mucho tiempo que no nos vemos, pero me encanta compartir contigo ese momento cómico.
Porque si hay algo que me gusta de verdad es reírme, incluso si es de mí misma.
Mi
pensamiento es de ese que se llama lateral. A veces se me ocurren ideas un poco
extrañas o atípicas. Dentro de mi mente tienen lógica, aunque en el mundo real
no se trate de una lógica aplicable. Pero este pensamiento lateral también me
resulta muy útil a la hora de ayudar a los demás o de aportar mi granito de
arena en algún proyecto: siempre acaba surgiendo alguna cuestión que nadie se
había planteado, alguna solución original a un problema. En ese sentido soy una
persona confiable y la gente recurre a menudo a mí buscando alguna respuesta.
Eso sí: no funciona siempre, porque para ello también hay que estar inspirado.
Y, cuando tengo el pensamiento lateral apagado, es cierto que me resulta más
difícil dar con la clave. Pero merece la pena intentarlo, ¿no crees?
Otra
razón por la que acuden a mí es porque tengo fama de ser muy lógica y fría. Paradójicamente,
según a quién le preguntes, te dirá que soy excesivamente emocional. ¿Quién
tiene razón? Quizá te sorprenderá saber que ambas posturas. Yo no sé contestar
nunca a la pregunta típica de los test referente a cómo te mueves más, si por
la razón o por los sentimientos. No lo sé, porque en ese aspecto soy muy extremista
y hay las mismas posibilidades de que me mueva por una u otra. Depende de la
persona a la que afecte y depende también de la situación en la que me halle.
Pero más o menos las iré alternando de forma inconsciente y equilibrada.
De pequeña
estaba más o menos obsesionada con el espacio. No quería cumplir el típico
sueño infantil de ser astronauta, aunque sí quería ser astrónoma. Pero para
estudiar Astronomía debía tener muchísimo conocimiento científico y matemático.
La vida quiso que evolucionara en un Pokémon negado para las matemáticas. La
peor de la clase, con diferencia. A cambio, recibí el don de aprender idiomas.
¡Qué apabullante capacidad para aprender idiomas! De verdad, incluso yo misma
me sorprendo a veces. Quizá podría considerarlo como uno de mis mayores
talentos. Y este me llevó a ser una políglota profesora de inglés, amante de
las lenguas, aprendiz autodidacta de alguna de ellas y con proyecciones de
seguir estudiando en el futuro.
Hablando
de obsesiones… pregúntame sobre temas que me interesen. Menudos monográficos
podría escribirte. Solo dime qué quieres saber de Argentina y te lo contaré enseguida.
¿Animes, dices? ¿Cárceles? ¿Rap? ¿Autismo? ¿Colectivo LGBTIAQ+? Pregunta sin
miedo. Eso sí: si te abrumo o te aburro, fréname, porque yo piso el acelerador
y suelto todo el conocimiento si no concretas la pregunta.
Todo
esto me hace ser también muy buena a la hora de investigar lo que sea. Siempre que me pongo a ello, me adentro en las profundidades de algo nuevo. Y soy muy terca porque, aunque me lleve años, no me voy a rendir hasta conseguir una respuesta. Otra cuestión a tener en cuenta es que, si me lleva años, es porque no he hecho una búsqueda exhaustiva en ningún momento, sino que he ido investigando a cuatro ratos: a veces, en un momento no se puede obtener información y tienes que dejar pasar el tiempo para conseguir herramientas nuevas que te ayuden a avanzar en tus pasos. Te voy a
poner dos ejemplos:
Año
1998. La pequeña Marta está viendo una película con sus padres, pero se hace
tarde y su madre la manda a dormir a quince minutos del final. A la ratilla, como
la llama su padre, le queda la espina de ver ese final porque le estaba
gustando mucho la historia. En su memoria se guardan unos pocos detalles: «djinn» y
«me
has despertado», además de la visión de un ojo dentro de una gema roja, una
chica rubia con una gorra y un laboratorio que explota. Cuando crece y adquiere
un ordenador, se pone a investigar. No lo hace intensamente, así que le lleva
años. Pero no para hasta conseguirlo. La joven Marta, en 2021, da con la
película: Wishmaster. Y, como no podía ser de otra manera, la ve,
cerrando así una asignatura pendiente.
Otro
ejemplo parecido sucedió con los dibujos animados Simba en los mundiales de
fútbol, de cuyo material solo recordaba la equipación del club, la canción
de cabecera y que el entrenador era un perro blanco.
Cambio
de tema. Mis sinapsis son un chiste. ¿Sabías que ser autista también ha
contribuido a que sea sinestésica? Las voces tienen sensaciones de colores, las
texturas en mis manos tienen distintos sabores… ¿Y la música? ¡Ay, la música!
Autista y sinestésica musical: la combinación perfecta para tener capacidades enormes
para esta vertiente artística.
Sin embargo, el autismo también es ser un experto en la teoría y un torpe en la práctica. He perdido la cuenta de las veces que me han dicho: «Sabes más de lo que eres capaz de demostrar». No solo en la música, sino en todos los aspectos de mi vida. En mi cabeza, la construcción del conocimiento es brillante, pero mi cuerpo tiene problemas de coordinación, equilibrio y motricidad. Tengo un oído relativo espeluznante, pero el armazón de mi cerebro es de reacción lenta y me hace percibirme como un ser arrítmico e incapaz de entonar en ocasiones. En mi mente siempre veré la creación de un dibujo paso por paso y sabré en todo momento lo que tengo que hacer para que esa obra tenga éxito, pero mi lateralidad cruzada, mi lectura visoespacial extraña y mi pobre motricidad fina siempre harán variar el resultado. Y no será falta de habilidad, sino diferencias en el procesamiento de la información. Aunque también provocará accidentes deseables que me harán quedar en determinados momentos como más hábil de lo que realmente soy.
Es
cierto que los cambios me matan, me afectan mucho. Creo que es uno de mis
rasgos autísticos más desarrollados. Evidentemente, es porque soy muy
estructurada. Pero eso también tiene sus ventajas: ser organizada en un entorno
laboral, por ejemplo, es algo muy positivo. Claro que me enfado si me cambias
un plan. Me enfado mucho y me vas a conocer furiosa. O eso, o me lo comeré y lo sufriré en silencio. Pero, oye, solo tienes que
avisarme con más tiempo. Digamos que todos tenemos nuestros defectos y este
podría verse como uno de los míos… pero creo que tiene fácil arreglo, ¿verdad?
Es
precioso tener antenas ultrasónicas en lugar de oídos. Eso me hace percibir los
sonidos del mundo y perderme muy pocos de ellos. Pero también me hace caminar
entre altas frecuencias que me agotan, perturban mi paz y me agitan sobremanera.
También por el hecho de no filtrar nada, termino por parecer sorda al no
enterarme de algo que se ha dicho en mi presencia.
Qué
divertido es saber que disfruto de olores como el del pescado o la pólvora;
olores que, para el resto, son inaguantables. Al mismo tiempo, el olor a lejía
o a colonia, que tanto gusta a los demás, a mí me parece de lo más apestoso. He
llegado a desarrollar alergia a cualquier producto químico debido a esto.
No
me des toquecitos en el brazo mientras me hablas, porque me violentas mucho.
Pero abrázame y hazlo fuerte: me encantará. En otro aspecto que me afecta el
tacto es en la alimentación. Soy hiperselectiva con la comida por culpa de esta
lengua que todo lo siente, pero también disfruto mucho cuando me dispongo a
comer aquello que me encanta.
Sí,
tengo mi mundo propio, pero vivo en el mismo que tú y que el del resto. No
tires de tópico: piso el mismo suelo que tú. Enfrento el día a día de igual
manera, los mismos problemas, la misma sociedad… pero desde otro punto de
salida. Estoy hiperconectada a él y eso es abrumador, hasta el punto de que a
veces me pierdo a mí misma y termino con la mente en apagón siendo una mera
espectadora de lo que sucede a mi alrededor: ay, el rico shutdown. Pero también
es muy estimulante, apasionante y se siente en mi interior como si fuera un
bicho saltimbanqui que no demuestra su salto (o sí, para qué engañarnos).
Soy una
persona adulta. No me infantilices, ni te muestres condescendiente conmigo. Que
sea autista no significa que sea una niña que no creció, o que necesites
cuidarme como a los niños. Cuídame como cuidarías a un familiar o a un amigo,
cuídame como cuidaría yo de ti. No muestres posturas paternalistas conmigo,
porque puedes hacer mucho daño. Que yo tenga actitudes que a ti te parezcan
infantiles es solo una muestra de lo que tú percibes que es la adultez. Yo la
puedo vivir de otra manera e igual de válida y madura.
No
me juzgues. Las personas autistas somos muy autoexigentes y perfeccionistas
(esto último nos hace ir más lentos en algunas tareas, pero hacerlas mejor). Somos
muy duras con nosotras mismas y nos merecemos un poco de tregua. Siempre
intentamos estar bien con nuestros allegados y queremos que se sientan a gusto.
Tratamos de adaptarnos a nuestro entorno cercano para estar todo el mundo en
calma. Pero sería bonito que también el resto pusiera de su parte, tratara de
entendernos y se adaptara un poco a las personas autistas.
Soy
autista y avanzo a pasos lentos, muy lentos, pero seguros y firmes. Sentiré
miedo millones de veces, un miedo imponente que, muy probablemente, me hará
retroceder. Pero siempre resistiré, lo enfrentaré, encararé lo que venga y lo
superaré. Me sobran talento y ganas para ello.
Me siento
orgullosa de ser autista. Pero no soy menos ni más que tú: solo soy distinta.
Ser autista tiene sus desventajas, sí; pero también sus ventajas. No te centres
en mis dificultades: céntrate en mis fortalezas, que tengo muchas. Justo como
tú. ¿Sabes qué nos diferencia? Que las tuyas no tienen un nombre y las mías sí:
se llaman autismo.
Tan identificada con tantas cosas ke cuentas, ké suerte tener esa facilidad de expresión (yo la perdí aunke va por épocas), eso de saber más de lo ke eres capaz de demostrar con todo lo ke conlleva.. me hizo sentir bien leerlo así tan bien explicado. Agradecida por la labor ke haces, ayudas un montón.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias! :D
EliminarMe ha encantado leer esto, soy yo, pero a quién contárselo? Nadie me cree.
ResponderEliminarLlego un poco tarde a responderte. Creo que sé quién eres, ahora te escribiré por Twitter. Si en algún momento necesitas hablar, solo tienes que abrirme por privado, ya lo sabes. Y, si te quieres desahogar bien, me escribes al correo que dejo en este blog y hablamos todo lo que haga falta, en serio. Sin problemas.
EliminarMuchas gracias
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