Ir al contenido principal

El síndrome del impostor en el autismo

Descubrir el autismo a una edad tardía puede suponer que desarrolles lo que se conoce como «síndrome del impostor».

El síndrome del impostor aplicado al autismo significa que hay momentos, días o épocas en las que dudas sobre tu autismo. Piensas que, en realidad, eres una persona neurotípica un poco diferente, pero que no llegas a un grado tal como para tener una estructura cerebral autística. Y siempre buscas razones para negarte tu autismo, porque crees que no mereces tener esa etiqueta: no crees ser lo suficientemente autista como para que te diagnostiquen.

Me he pasado diez años diciendo que soy autista sin tener diagnóstico. Han sido años muy duros en los que la duda acechaba mucho. Personalmente, lo tenía muy claro… pero, ¿y si no? Había días que me sentía extremadamente autista, pero otros en los que me sentía la persona más neurotípica del mundo. ¿Qué podía significar eso? ¿Era autista realmente? Aunque hubiera algo dentro de mí que me dijera que sí, tener un día muy neurotípico me hacía dudar: ¿Una persona autista tendría días neurotípicos? Siempre me surgían muchas preguntas.

Cuando llegó el diagnóstico, me quedé muy aliviada. Sin embargo, el síndrome del impostor no ha desaparecido:

Aquí no lo he explicado, pero mis pruebas diagnósticas las sentí manipuladas por mí misma. Llevaba años deseando que llegara el momento y, cuando llegó, en mi mente solo podía pensar que no me podía permitir una negativa. Fui tan nerviosa al despacho de Alba que no gesticulé lo más mínimo, ni hice ni una mísera mueca con la cara. Apenas crucé un par de veces mi mirada con la suya, pero fueron tan fugaces que ni se enteró. Evidentemente, en mi informe salen resultados mucho más exagerados de lo que realmente soy. Y esto es algo que hablé con ella. Le rebatí todo lo que pude y le expliqué con total sinceridad todo lo que hice de manera inconsciente –porque sí, exageré mis rasgos autísticos, pero no fue conscientemente–. Me vio en vídeos y se dio cuenta de que no era para nada la misma persona que entró en su despacho. Aun así, me dijo que simplemente me hubieran salido unos resultados más bajos, pero que igualmente soy autista: a ella no le cabía ninguna duda. Fue muy tajante con eso, le daba igual lo que le dijera. Es más: por cada argumento que yo le daba como posibilidad de que no fuera autista, ella me soltaba un contraargumento imposible de desmontar para demostrarme que, justamente por actuar de un modo determinado o decir según qué cosas, quedaba más claro que soy autista.

Cuando me da por dudar, pienso en Alba y en su firmeza. Si ella, que es especialista en la condición del espectro autista, lo tiene tan claro pese a todo, no tendría por qué dudar yo de mí misma. Todos los compis autistas con los que me cruzo tampoco tienen ninguna duda, ni la tenían antes de mi diagnóstico: ya asumían mi autismo como cierto. Pero a veces no se puede evitar: ¿Y si Alba se equivocó? ¿Y si yo tuve la capacidad suficiente como para engañarla sin querer? Se me pasan muchas preguntas por la cabeza.

Y esto es algo muy común en personas diagnosticadas en la adultez, pero sobre todo se da mucho en las mujeres. La razón es muy básica: hemos sobrevivido a nuestra infancia en un mundo que no entendíamos ni nos entendía. A la fuerza nos hemos tenido que adaptar o, al menos, fingir que nos adaptábamos. El masking ha sido demasiado constante y hemos logrado elaborar estrategias que nos han permitido pasar desapercibidas en este mundo neurotípico. Tanto, que llegamos a parecer neurotípicas.

Es por eso que hay días que, sea por masking o sea por aprendizaje forzado, parecemos lo que también se llama alista –persona no autista–. Y nos entran las dudas, tanto si tenemos diagnóstico como si no. Luego, la realidad nos golpea y nos devuelve al estado natural de las cosas: somos autistas, no hay más. Tendrás más energía y mayor capacidad de actuar normativamente incluso si es algo que ni planeas, ni piensas, sino que has ido integrando con el paso de los años y lo has aprendido bien. Pero eso no te hace menos autista. Y es algo que nos cuesta asimilar, porque siempre llega el día en el que buscas cualquier excusa para cuestionarte a ti mismo y preguntarte si de verdad eres autista, si solo estás jugando a serlo o si la sociedad y tú estáis equivocados y realmente no lo eres por más que todo el mundo, profesionales y tú mismo incluido, lo pienses.

Y sí, gente: vivir así a veces es agotador. 




Comentarios

  1. Si uno se intenta colocar en esa situación, es muy entendible lo planteado. La cabeza nos juega muchas posibilidades de porquería cuando se tiende a sobrepensar, en especial si está la salud de por medio. Así que cuando somos conscientes de eso también puede ocurrir lo contrario y creer que estamos inventándonos algo o exagerándolo, cuando no es así.

    Obvio que es agotador. Te mando un abrazo ♡

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sobrepensar... algo tan autista, jajaja.

      ¡Un abrazo! :D.

      Eliminar
  2. No sabes como me he identificado con tu entrada en el blog. Llevo un par de años cuestionandomelo y ya mismo empieza mi proceso de diagnóstico y no puedo evitar sentirme como tú: "y si me dicen que no?" "y si solo es una invención mía?". Gracias por ayudarme a sentirme menos sola.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Claro que no estás sola! Somos muchas :).
      Cualquier cosa que necesites, estoy por aquí, por correo, por Twitter. Donde quieras, ¿vale?
      Mucha suerte con tu proceso de diagnóstico. Es normal que estés nerviosa, no voy a decirte que te calmes, porque eso es imposible. Pero ya verás que todo saldrá bien, no tienes de qué preocuparte. Yo estuve como comiéndome la cabeza casi por un mes y luego me di cuenta de que no era para tanto. ¡Ánimo!

      Eliminar
  3. cômo lograste aceptar que eras autista? estoy diagnosticada como tal y me fastidia al extremo, me corta para decir o actuar, pues sé que pasa mal y al final, sirve de excusa para un trato diferente.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es que, en mi caso, no tuve nada que aceptar. Cuando descubrí el autismo, yo soñaba con todas mis fuerzas que fuera la respuesta a tantos años de sentirme rota, rara, discriminada e incomprendida por la gente. Recibí el positivo y fui la persona más feliz del mundo porque mi vida al fin tenía sentido. Sí que tuve un proceso de duelo: normalmente se tiene, pero al final de lo que se trata es de ver el autismo desde una perspectiva positiva. Si te centras en los déficits, en las dificultades, no podrás avanzar y abrazar tu forma de ser. Es cierto que, a veces, sientes como excusas algunas cuestiones relacionadas con el autismo... Pero no lo son. No es que ser autista sea malo, pero vivir en un mundo neurotípico nos pone en desventaja y eso hace que, en muchas ocasiones, tengamos que poner límites que otras personas no necesitan y no comprenden. Hemos vivido muchos años en el mismo lado que esas otras personas y por eso percibimos nuestros propios argumentos y autocuidados como excusas. Pero no, insisto: no lo son.
      Tampoco creo que se trate de que te den un trato diferente. Al final, no dejas de ser tú. Pero si tienes una necesidad, qué menos que te la respeten. Esto tiene que ser así para cualquiera, sea autista o no :).

      Eliminar
  4. Gracias por compartir tu experiencia, es un camino y me falta mucho por recorrer, me interesa haber llegado a tu espacio y leer sobre la aceptación pues en estos momentos ando en guerra conmigo y debe cesar para avanzar, nos leemos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario