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Una mirada autista acerca del contacto visual

La mirada es un medio de comunicación no verbal muy potente. Esto es así, tanto en personas neurotípicas como en personas autistas. La diferencia yace, como siempre, en nuestra manera distinta de proceder.

Para una persona neurotípica, mirar a los ojos es señal de respeto, atención, seguridad en uno mismo y sinceridad. Para una persona autista el hecho de mirar a los ojos puede ser muy difícil y nada tiene que ver con todo esto. La gente dice de las personas autistas que nos falta contacto visual. ¿Y si le damos una vuelta más? ¿Qué os parece si, en lugar de verlo como que nos falta algo, lo vemos como un método distinto de comunicación? A mí me gusta pensarlo de esa manera, porque así no se penaliza a nadie.

Hay personas autistas que no hacen contacto visual y otras cuyo contacto visual es fijo, de modo que causa incomodidad e incluso cierto grado de intimidación en los demás. Otras van alternando entre una opción y la otra o incluso miran a los ojos sin problema alguno. Sea cual fuere el caso, lo cierto es que no miramos de la misma manera, pero eso no significa que nuestra mirada no comunique.

Como no puedo hablar por otras personas, ya sabéis que estoy aquí para contar mi perspectiva.

Algo que hay que tener muy en cuenta es que una mirada contiene una gran cantidad de información. Quizá los neurotípicos no la percibís, o no tanto, o no lo hacéis de manera consciente, pero una persona autista sí. Y, teniendo en cuenta que nuestro cerebro no filtra y que eso ralentiza el procesamiento de todo estímulo, es lógico pensar que la persona autista busque otras alternativas a mirar a los ojos.

Eso también lo he hecho y lo hago yo. Cuando era pequeña, no miraba nunca a los ojos. Pero sí tenía, a veces, una mirada fija. No en la persona, pero sí hacia un lugar u objeto concreto. Más adelante os explico por qué. Recuerdo muy vivamente una vez que, en cuarto de primaria, mi tutora me estaba echando una bronca enorme y yo no la miraba. De pronto, silenció su discurso para pasar a reprocharme que no la estuviera mirando a los ojos: «¡Cuando alguien te habla, tú le miras a los ojos! ¡Menuda falta de respeto! ¿Qué pasa? ¿Cuando tu vecino te habla tampoco lo miras a la cara? ¿Miras aquí y allá? ¡Mírame cuando te hablo!». Le dije que no podía hacerlo por más que me lo pidiera y tuvo una reacción violenta: me agarró fuerte del brazo, tiró de él y puso su cara a la altura de la mía, haciendo que nuestros ojos se cruzaran a poco más de cinco centímetros de distancia. La imagen de sus ojos verdes no la olvidaré jamás. Estaban llenos de furia y odio.

En mi memoria ese recuerdo no es nada agradable, es más bien una experiencia traumática. No obliguéis a las personas autistas a mirar a los ojos: por intentar adaptarlas a la demanda social, estáis machacándolas y arrebatándoles su forma de ser y expresarse. No es justo, no hay nada de malo en tener un neurotipo distinto, que, en definitiva, eso es lo que es el autismo. No se trata de suprimir rasgos autistas, sino de adaptarlos de manera que la sociedad no los penalice.

La mirada fija de la que os hablaba antes me servía para estar atenta. Aunque os suene paradójico, el hecho de no mirar a alguien a la cara era una muestra de mayor atención. Cuando alguien me hablaba, yo miraba hacia otro lado y así era capaz de procesar su discurso y de entenderlo bien.

Aunque esto continúa pasándome, poco a poco fui incorporando el contacto visual, a mi ritmo, sin forzar y solo por decisión propia. Pero apenas dura unos segundos y enseguida paso a hacer algún patrón visual en la cara de mi interlocutor: es una manera sutil de hacerle ver que estoy atenta sin necesidad de mirarle directamente a los ojos. Lo que hablábamos: adaptarnos a la sociedad mediante estrategias no abusivas para las personas autistas. Aun así, depende del momento, del contexto y de la persona, muchas veces no miro, sin más. Recuerdo otro día que estaba en primero de secundaria, que una chica vino durante el recreo a comentarme una cosa y yo mantenía mi mirada baja. Tenía unos pechos enormes y daba la sensación de que yo se los estuviera mirando. Así lo entendió ella, al menos, que se ofendió bastante, pero la realidad es que fueron sus pechos los que se interpusieron en mi trayectoria visual y yo ni siquiera me di cuenta de que estaban allí porque, cuando tengo la mirada fija, no miro lo que estoy viendo, sino que presto atención auditiva a lo que me dicen.

Hay veces que sí que miro a los ojos. Como decía, depende del momento, de la persona, del contexto… A una persona puede ser que un día la mire sin problemas a los ojos y al día siguiente le tenga la mirada más desviada del mundo. En eso influye la situación, el momento, el cómo me siento en ese instante… Depende de varias cosas. Hay gente a la que miro siempre a los ojos y con capacidad de, igualmente, prestar atención a su discurso. Incluso puedo ser capaz de mirar a alguien mientras estoy hablando yo.

Esto lo digo porque tampoco miro a los ojos cuando la que está hablando soy yo. No: especialmente en esos momentos es cuando menos tiendo a mirar. Precisamente porque tengo que estar concentrada en lo que estoy diciendo y mirar a alguien a los ojos me distraería, no me dejaría acabar: demasiada información para procesarla de golpe mientras trato de pensar lo que tengo que decir y cómo decirlo.

Siendo ya adulta, ¿Cuándo no miraré, cien por cien seguro, ni siquiera a la cara? Cuando esté en clase, en el rol de estudiante. «Me daba la sensación de que no te enterabas de nada o de que pasabas de todo, cuando en realidad descubrí después que era más bien todo lo contrario» es el típico discurso que he crecido escuchando de cualquier profesor que me hablara un mínimo sobre mí. Me pasaba porque, cuando estaba en clase, no miraba nunca al profesor. Siempre miraba mi libro, o una parte de la pizarra, o el mueble de la esquina… lo que fuera antes que mirar al profesor. Aplicaba mi mirada fija de prestar atención y así era mi manera de concentrarme en el discurso del docente en el aula. ¿Por qué? Cuando un profesor explica, normalmente tienes una hora como mínimo en la que vas a ir acumulando todo tipo de información que, por lo general, es desconocida para ti. Procesar todo eso no es fácil si encima tienes que estar mirándole a los ojos.

¿Sabéis cuándo sí que tengo facilidad para mirar a los ojos y hasta me encanta? Cuando ninguna de las dos partes está hablando o cuando habla la otra persona, pero no me habla directamente a mí o su discurso es algo que puedo controlar mientras la miro. En serio, disfruto mucho observando a la gente. Y a veces me pierdo a mí misma en el proceso, la persona en cuestión se da cuenta y a menudo se incomoda. Por ejemplo, el otro día fui al pueblo de una amiga que hacía años que no veía y, estando con ella, hubo un momento en el que me preguntó por qué guardaba tanto silencio y la miraba tan fijamente. Para ella esta era una experiencia nueva porque cuando más tratamos fue en la adolescencia y en esa época yo no tenía ese tipo de conducta. Simplemente, la estaba observando para disfrutar del momento y recordar todo lo que explicaba. Otro ejemplo sería cuando en el grupo del coro en el que estoy celebramos la despedida de nuestra profesora de técnica vocal, que se ha ido a vivir a otra comunidad. Yo no paraba de observarla, llegó un punto en el que lo hacía inconscientemente. Delante de todas, en algún momento dijo: «Marta hoy no deja de observarme» y ahí me di cuenta. Le contesté: «Es la idea, es la idea», pero sé que no entendió a qué me refería. Os lo explico: cuando miro así es porque estoy sintiendo por dentro muchísimas cosas. Mi mirada es intensa porque intenso es lo que estoy sintiendo, pero a veces ni siquiera me doy cuenta de que estoy mirando tan fijamente a alguien. En ese momento, lo que yo buscaba era comprobar que ella estuviera emocionalmente bien, al mismo tiempo que quería registrar en mi memoria cada gesto, cada mirada, cada expresión emocional que tuviera ella. Es mi manera de recordar a la gente, de tener en cuenta cómo se siente y empatizar con el momento.

Muy a menudo también es un tema de hacerme más consciente de la situación. Ver que lo que estoy viviendo es real y disfrutar cada instante como ese algo único que realmente es. Esto parte de la premisa de que el tiempo, cuando estás a gusto con alguien, se pasa muy deprisa. Mirar fijamente implica tener una gran atención hacia aquello hacia lo que pones el foco. De alguna manera, eso ayuda a mantener el Kairós – tiempo subjetivo – a raya.

Pero todo esto último es un tema personal. No quiere decir que aplique a todas las personas autistas. Es más: saliendo de toda esta parte profunda del asunto, debo admitir que, muchas veces, el hecho de mirar fijamente se debe, o bien a un shutdown, o bien a que mi mente ha volado hacia otro lugar. Y esto sí que es más propio del autismo, pero no es una mirada fija consciente. De hecho, ni siquiera estás mirando, porque estás más bien dentro de tu mente. A modo de ejemplo, recuerdo una vez que quedé con unos amigos de la adolescencia después de varios años sin vernos. Fuimos a tomar algo a la capital, en un garito bastante oscuro y ruidoso. A mi lado tenía a un amigo y una amiga; ella se sentó en el regazo de él. Yo, en ese momento, empecé a tener un shutdown y mi posición fue de quedarme mirándolos fijamente. Cuando, de repente, desperté, giré la cabeza y, de reojo, me di cuenta de que se dieron un beso en la boca. Mi amiga me dijo: «Te ha costado, ¿eh, reina?» y yo no la entendí. Analizando la situación, lo comprendí después: llevaban mucho rato queriéndose dar ese beso, pero como para ellos los estaba mirando fijamente, no se lo daban. Yo no los estaba mirando: si se lo hubieran dado, lo mismo ni me hubiera percatado. Pero ellos estaban esperando a que leyera el ambiente y desviara la mirada para tener algo de intimidad.

Más allá del exceso o el déficit de contacto visual, hay otra cuestión que me gustaría abordar, aprovechando la temática de esta entrada.

Me gustaría que se tuviera en cuenta que, el hecho de no mirar a los ojos, de por sí no significa nada y no debería perderse comunicación al respecto. Si el hecho de no mirar a los ojos es una señal de falta de seguridad en uno mismo y os interesa saber si es nuestro caso, solo tenéis que fijaros en la expresión de nuestros ojos, de nuestra mirada: si no veis atisbo de preocupación en ella, no es necesario que elucubréis sobre posibles problemas de autoestima que no tenemos, porque igual hasta una mirada que expresara preocupación sería por otros motivos tales como la ansiedad de no saber cómo actuar en esa situación concreta, que eso no necesariamente va ligado a ser inseguro, sino a que esa circunstancia específica le genera inquietud. Luego, si pensáis que la falta de contacto visual indica falta de atención, antes de darlo por hecho, buscad otras estrategias que confirmen o desmientan vuestras sospechas. Por ejemplo, la psicóloga del grado superior, ¿sabéis qué hacía conmigo? Cuando hablábamos de tú a tú, gesticulaba muchísimo con las manos. 2x1: se aseguraba de que estaba atenta y, a mí, de paso, me daba una herramienta más para entenderla sin verme obligada a mirarla a los ojos. Si creéis que se deba a falta de sinceridad, haced un ejercicio interno de pensar si esa persona sería capaz de mentir y, en caso afirmativo, si lo expresaría desviando la mirada: no todo el que desvía la mirada lo hace porque está mintiendo. Yo odio la mentira, pero a veces he mentido también y, precisamente, desviar la mirada no es una conducta asociada a este hecho. Por último, si creéis que es una falta de respeto, al final es un prejuicio inculcado por la sociedad desde tiempos inmemoriales. Las sociedades cambian, evolucionan... y hoy en día se tienen mucho más en cuenta las divergencias y las diferencias individuales – hablo, por ejemplo, de gente neurotípica que no mira a los ojos por razones equis –. Entonces, si debemos tener esto en cuenta como sociedad, ¿por qué sigue la falacia del desvío de mirada? Si sabemos que es una característica común en neurotipos diversos y en personalidades distintas. También, si se da el caso de que conoces a la persona, sabrás si te faltaría o no te faltaría al respeto solo con desviarte la mirada.

Quizá es raro que una persona autista sea precisamente la que recuerde esto, pero… una mirada es mucho más que fijar tu pupila en la pupila de tu interlocutor: el brillo, cuán abiertos o cerrados tienes los ojos, incluso el color del iris –en algunas personas cambia, no solo por efecto de la luz, sino por lo que están sintiendo en ese momento–, la dirección hacia la que se mira, si esta mirada es superficial o profunda, distraída o fija… cualquier cosa puede ser indicador de mucha información. Y este tipo de información no solo la aportan los neurotípicos, sino también las personas autistas. 

Es por eso que nos cuesta tanto mirar a los ojos y es por eso que se nos cataloga como personas que no hacen contacto visual, siendo uno de los rasgos más característicos o más reconocibles del autismo en muchas ocasiones. Justamente recuerdo una vez que, hablando de esto con la psicóloga del centro donde estudié el grado superior, me llegó a decir que a mí lo único que me hacía diferente a los demás era que no miraba a los ojos. Yo, con mi marcado sentido de la diferencia, le repliqué que se equivocaba. Pero cuán importante debe ser para los neurotípicos que los mires a los ojos cuando les hablas o te hablan para que, de todas las cosas que me hacían distinta a los demás, ella resaltara precisamente eso.

En un ejercicio de sinceridad, os confesaré que, a veces, mirar a los ojos me produce miedo interno. Es como si la mirada de los demás me diera mala espina. No en vano son las miradas que se cruzan con la mía las que más recuerdo en mi memoria. Si bien es cierto que tengo mucha tendencia a pensar en palabras, también es cierto que soy extremadamente visual. Eso, unido a una buena memoria, provoca que recuerde, a veces, imágenes absurdas de días de mi vida. Por ejemplo, recuerdo cómo veía la cocina de mi casa desde mi altura de un añito de edad cuando estaba aprendiendo a caminar. O recuerdo que en una conversación equis yo miraba fijamente la esquina inferior izquierda de mi camiseta mientras me hablaban y tengo esa imagen muy guardada. Pues con las miradas que se cruzan sucede exactamente igual. Una mirada que, en un momento dado, me haya llamado la atención, ahí la tengo guardada en mi memoria como si nada. El caso particular de esto es que, con el recuerdo de la mirada también queda registrada toda la información que esta transmitía. Y, con ello, viene otra característica muy autista: el sobreanálisis. Indagar sobre los porqués de que la persona te mirara de esa manera, qué quería decir exactamente con ella, qué se le estaría pasando por la cabeza, qué piensa de tu actitud, de tus palabras, de tu silencio… Ya sabéis: ese tipo de información al que le das vueltas, casi parece que por gusto, porque, a menos que lo hables con la persona, nunca sabrás a ciencia cierta si se trata de alguna de las posibilidades que tú has barajado o no.

Y es que la mirada, como elemento de comunicación no verbal, contiene muchísima información relevante de la conversación que se está teniendo e incluso de la persona a la que pertenece esa mirada. Una información muy valiosa a la que las personas autistas nos gustaría tener acceso. Porque al igual que queremos llegar siempre al fondo de la cuestión, también queremos llegar al fondo de la gente... y la mirada es el portal hacia el alma de las personas.




Comentarios

  1. Ay me encanta cómo lo expresaste y el enfoke tan amplio ke le das a las cosas ke tratas. Ojú yo muchas veces tampoco miraba en clase jsuto para concentrarme mejor pero de verdad ke esto les sienta como un tiro a algunos NT, y tengo también alguna mala experiencia con esto: un profe ke me suspendió en un trabajo porke no se creía ke yo hubiera aportao algo en esa tarea, sino ke la habría copiao de alguien, ya ke "nunca atiendes en clase", intenté responderle pero se iba poniendo más nervioso hasta el punto de gritarme ke si es ke lo tomaba por tonto y ke como tenía el poco respeto de ir encima a protestar a su despacho. A mí esa asignatura no se me daba mal y el trabajo era muy fácil para mí, de hecho le había echao una mano a unas compañeras y ellas se sentían mal por haberlo aprobao con muy buena nota así ke kerían ke fuéramos otra vez todas para hablar con él pero yo no podía otra vez con esa sobrecarga emocional.

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    1. Uf... Este tipo de profesores deberían estar fuera del sistema educativo. No aportan absolutamente nada que no sea negativo para el alumno en cuestión. Muy bien por tus compañeras, eso sí. Qué pena que no te sentiste con fuerzas de volver para hablar con él y decirle cuatro cosas... pero bueno, lo primero es la salud, eso desde luego.

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  2. Vaya, típico de algunas maestras eso de hablar de respeto pero es lo que menos ejemplifican con sus acciones. O sea, ella sí que lo faltó al violentarse así...

    Puedo confirmar la parte: "¿por qué sigue la falacia del desvío de mirada? Si sabemos que es una característica común en neurotipos diversos y en personalidades distintas." Solía tener problemas para mirar a los ojos cuando era adolescente por un tema de timidez. No tanto cuando me hablaban pero sí al hacerlo yo, así que podría sumarle un poco de falta de seguridad en mí mismo y también me di cuenta que me quedaba mirando, por ejemplo, al techo y de esa forma me concentraba mejor. De lo contrario, si miraba a la cara era muy probable que me trabara y fuera perdiendo el ritmo como esos personajes de anime que van hablando cada vez más bajito hasta no escucharse nada xD
    Me costó algunas bromas de parte unos pocos compañeros del cole, lo cual en realidad no hace más que complicar. Con el tiempo lo fui superando, a la vez que también a la timidez, al tratar con mucha cantidad de gente y sobre todo algo que me ayudó fue hacer radio, curiosamente donde te ponés a hablar mirando a cualquier lado.

    Así que desde la experiencia que tuve puedo sumarme a que no lo hacía con intención de faltar el respeto ni mostrar poco interés. Al contrario, creo que ponía el foco en evitar trabarme pensando que mantener entendible el mensaje era lo más importante.

    Y bueno, así deben haber miles de razones distintas como mejor que esta entrada no podría explicarlo. Lástima que muchas personas en vez de prejuzgar no preguntan primero y demuestran un poquito de empatía.

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    1. Sí, bueno... teniendo en cuenta que es la profe que me maltrató, eso que me hizo fue lo menos violento, en realidad.

      Gracias por contarme tu caso. Tuvo que ser duro :(. Menos mal que al menos lo fuiste superando. Dicen eso, en realidad... que la timidez se mejora con el paso del tiempo, viviendo experiencias... Yo no sé, porque a mí siempre me catalogaron de tímida pero yo no me considero tímida en absoluto. La radio te fue bien porque no importa que te vieran o que no tuvieras que mirar a nadie: te estabas dirigiendo a un público, a una gente... y al final eso es como si fuera un entrenamiento. Un poco lo que me pasó a mí con el teatro y las habilidades sociales.

      Nah, sí. La gente no entiende tanto como se cree. Tampoco son tan empáticos como se creen... en realidad, en la sociedad actual hay muchísima falta de empatía. Hablo en general, más vale que no a todo el mundo le pasa. Igual la gente tiende a proyectar sobre los demás, porque el hecho de que los autistas no tenemos empatía sigue siendo como un mito muy vigente... y es mentira.

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