Cada persona autista tiene una relación particular con las bromas. Hoy quiero hablar de algo que a mí me pasó en mi época de adolescente y que he visto pasar a más de uno.
Las
bromas son todo un mundo. Alguien en el espectro puede ser muy bromista y, en
cambio, tener dificultades para captar las bromas ajenas. De hecho, esto es más
habitual de lo que parece. Seguramente se deba a que, al manejarnos con códigos
distintos, también nuestro humor o, mínimo, aquello que nos hace gracia, lo es.
De esto ya hablaremos en otro momento.
Pero,
¿Qué pasa cuando una broma se transforma en burla? ¿Nos damos cuenta? Depende de
la persona.
Hay
autistas que sí se dan cuenta siempre, otros que depende del contexto o del
momento y otros que no. Yo sí suelo percatarme, pero en ocasiones se me hace muy difícil, e incluso aunque las capte, a menudo mi reacción seria es malentendida como que no he captado que era una broma.
Ahora
bien. Que uno sepa que le están gastando una burla disfrazada de broma, no
significa que nos manifestemos contra ella o que la rechacemos o que expresemos
que no nos gusta. Y esto pone de manifiesto la peligrosidad de haber crecido, o
bien con problemas de socialización o bien muy solos. Os lo ilustro con el
ejemplo que me pasó a mí, una única vez en mi vida.
Yo
venía de una infancia complicada en la que mis únicos amigos acabaron en un
centro de acogida y a nivel de amistades me quedé muy sola, porque en el colegio
no tenía amigos propiamente. Cuando llegué a la adolescencia, conseguí relacionarme
con un grupo de gente con la que quedaba en la capital. Hacía mucho el tonto
porque creía que así podría integrarme mejor en el grupo: les hacía reír y me
sentía a gusto compartiendo mis pensamientos y sentimientos. Yo los consideraba
amigos y me sentía querida. Pero no era tonta: siempre supe que algo con ellos
no me acababa de conectar. Entre ellos eran muy amigos y, aunque yo me
relacionara bien con todos, la triste realidad es que sentía una distancia, que
no existía el mismo nivel de vinculación por parte de ellos conmigo que el que
tenían con otros.
Un
día, en una de aquellas quedadas, uno de los chavales me cogió en brazos y me
sentó con el culo dentro de una papelera. Todos rieron y, al verlos reír, me
reí yo también. Es más: me hicieron una foto y yo posé. Ahora cuando lo pienso
me da cierta vergüenza. No creo que me lo hicieran con maldad, es solo que
muchos adolescentes a esa edad son unos inconscientes. Fue una
broma que me faltaba al respeto, pero yo la acepté de buenas a primeras, aunque
no me pareció agradable. ¿Por qué? Porque creía que así me aceptarían mejor
como parte del grupo y no consideraba que fuera una broma muy grave, dado que
no me hicieron daño en ningún momento. Claro, no me hicieron ningún daño
físico, pero aún no era consciente de que esa acción fue más bien humillante.
Sucede que en ese momento no te das cuenta de que en realidad sí te está
afectando. Yo ahora he dicho que no me pareció agradable, pero no me percaté de ello en ese momento: para mí era una anécdota como cualquier
otra. O así quería verlo yo, considerando que ni siquiera pensaba en ello. Porque a menudo el tema, incluso, es algo tan sencillo como eso: no pararse a pensarlo. Pero siempre hay razones ocultas que se esconden en el inconsciente de la persona.
Me
ha surgido hablar de este tema porque el curso pasado tuve un alumno en una
situación parecida. Era un chico negro, de aquellos que tienen el rizo del pelo
tieso, que casi parecen rastas, para que os hagáis una idea aproximada. A sus
compañeros les hacía gracia y les recordaba a las patatas Takis. Así que, alguien
en voz alta, lo llamó Pelo Takis. Él se rio y les siguió la broma, al
punto de que, a menudo, era él mismo quien se la recordaba a ellos. Eso provocaba
las risas de sus compañeros. Su tutora comentaba preocupada que su alumno no
entendía que se estaban metiendo con él y que, encima, lo buscaba recordándoles
él la broma.
Yo
no sé si este alumno era consciente o no. Pero, por las impresiones que siempre
tuve de él, me dio la sensación de que se hallaba en una situación similar a la
que yo tuve con aquella anécdota de adolescente. Aceptas que te hagan pequeñas jugarretas
con tal de ser uno de ellos, aunque luego descubras que hacer eso está mal y
que no deberías haberla aceptado. ¿Por qué este alumno recordaba la broma a sus
compañeros? Probablemente fuera porque, en esos instantes, no se sentía integrado,
quizás se sentía ignorado por los demás, si veía que hablaban entre ellos y con
él no. Les recordaba la broma porque era lo único a lo que podía agarrarse, el
único recurso que tenía para llamar su atención. Recuerdo que, en aquella época, él y yo tuvimos una charla en la que él, llorando, me contaba que nadie le entendía. Cuando le dije que yo sí, me contestó muy dolido que sí, pero que era la única. Al sentirse incomprendido y no comprender bien el mundo que le rodeaba, es muy posible que se sirviera de la burla de sus compañeros para no desvincularse de los miembros de su clase, para sentir que todavía algo le unía a ellos, por más nimio que sea.
Normalmente, sí
que entiendes que se están burlando de ti, pero es tan grande tu deseo de tener
amigos y relacionarte con gente, de ser aceptado de alguna manera, que, en tu interior,
te autoconvences de que en realidad es una broma, puede que pasada de rosca según
el caso, que no tiene por qué afectarte y que te puedes reír de ella sin más.
Peor: podría ser considerado, inconscientemente por nosotros mismos, un daño colateral
por el cual pasar si a cambio conseguimos amigos.
Y
esto me parece triste. Muy triste y peligroso.
Comportamientos
así pueden contribuir a la aparición de situaciones de acoso escolar, así que
los docentes debemos estar especialmente atentos, por si sucede. Porque si esos
compañeros que tiene la persona en cuestión se percatan de que pueden hacer con
él lo que quieran, le pondrán a prueba constantemente y llegará un momento en el que no
conocerán límites. El resultado sería el mismo que si una persona no se da cuenta de que se están burlando de ella y por eso les ríe las gracias a los demás, aunque le estén atacando.
Esta entrada se la debía a mi excompañera desde hace meses, pero, ya sabéis cómo funciono: no puedo forzarme a escribir sobre algo porque tiene que pillarme inspirada para cada tema en particular. Este escrito se lo dedico a ella.
En mi caso no he sufrido nunca acoso como tal ni he llegao al punto de tener ke aguantar una broma porke nadie me hiciera caso o algo así, tuve suerte. Más bien lo ke me pasaba en la escuela es ke como algunas veces escuchaba eso de Ay no aguantas una broma, no sigues las bromas de los demás... pues terminé pensando ke kizás era egoísta por eso y acabé siguiendo algunas aunke no le pillara la gracia (como dices el humor es diferente, yo me río fácilmente pero alomejor de otras cosas, otros tipos de bromas) y alguna vez resultó ser de gente ke llevaban mala intención conmigo, yo no siempre sabía diferenciar bien entre broma y burla, me lo tenía ke decir alguna amiga, aunke algunas veces sí me pasó también eso ke cuentas de ke me daba cuenta después de ke sí me había afectao y como dices por algo sería ke en el momento no lo pensaba, kizás estaba demasiao estresada. Afortunadamente fueron muy pocas y nunca bromas fuertes, yo nunca habría aguantao novatadas por ejemplo (si me hubiera tocado esa época), además habría entendido ke era una costumbre fascista aunke lo kisieran pasar por broma ritual, y nunca entendí por ké había gente ke participaba de buen rollo, yo me habría ido antes o habría respondido violentamente si seguían en el empeño, ni idea de lo ke habría sido capaz, habría sido "la sosa, la ke no aguanta nada", la ke no pasó el rito de iniciación y encima metió a los veteranos en un lío.
ResponderEliminarKé entrada más necesaria ké bien explicada y ké ana´lisis tan profundo, ké bueno ke tu experiencia ahora te sirva para entender a otres, no todos los maestros saben interpretarlo bien y sí es muy peligroso. Agradecida siempre por lo ke haces y por contar esas experiencias tuyas para ayudar a otres, entiendo perfectamente ke soportaras la supuesta broma por la situación por la ke estabas pasando. Y me siguen encantando los títulos ke pones, ké bien escribes. Te echaba de menos pero espero ke hayas disfrutao tus vacaciones.
carmen la granaína