Las personas autistas tenemos una forma distinta de demostrarle a las demás que queremos estrechar más nuestro vínculo con alguien o, incluso, en algunos casos, que nos gustaría crear un vínculo de amistad con esa persona. Esto que voy a contar a continuación es mi experiencia personal: huelga decir que hay individuos autistas que proceden con las mismas acciones, mientras que otros proceden con otras, aunque las formas sean más o menos las mismas.
Una
persona puede notar mi interés en ella cuando me ofrezco insistentemente a
ayudarla. Quiero ser un apoyo para esta persona, que cuente conmigo, estar para cuando necesite a
alguien o, incluso, a veces me sale la vena de querer resolver sus problemas.
Esto, que a priori ya forma más o menos parte de mí por personalidad, en estos
casos se acentúa más. Las ganas de ayudar son genuinas, no es como que sean
impostadas para acercarte a la persona: es que ni siquiera lo piensas,
solamente actúas porque te sale ser así. Pero, claro, imaginad lo que es que
alguien a quien no le tienes aún mucha confianza porque no la conoces tanto, se
lance a decirte que cuentes con esa persona, que te quiere ayudar a toda costa.
Entiendo que la gente lo perciba como extraño. Si hablamos de coetáneos o personas
más jóvenes que yo, puedo decir que no se me hace tan raro actuar así, quizás por
una cuestión de semejanza: da la sensación de que tu discurso es más creíble
con personas que aún están construyendo su vida o que, por pertenecer a generaciones
similares, entienden mejor tu postura y la agradecen. Pero cuando la persona es
mayor que yo, especialmente si lo es mucho más, me da por pensar que lo que le
estoy planteando es absurdo: alguien que tiene prácticamente la vida hecha, que
cuenta con sus amistades desde hace años, ¿Para qué iba a contarme a mí sus
problemas? ¿Para qué iba a pedirme a mí ayuda teniendo a gente a su alrededor
que la contiene y la apoya perfectamente? Y entonces siento que lo que digo
pierde todo el sentido, pero no puedo evitar decirlo, porque para mí es otra
forma más de decirte que me importas y que me haría muy feliz que pensaras en mí cuando te sintieras mal. Aunque, sí, es un poco triste pensar que
te vas a quedar fuera de esa ecuación y que, quizás, esas personas no van a
contarte nunca como una amistad verdadera. A veces esto es mentira: me vienen a
la mente dos personas que me sacan entre quince o veinte años y que me han
contado sus aflicciones mientras lloraban. Pero no es lo habitual.
Sigamos
con el tema que nos ocupa. ¿Qué otra señal se puede encontrar que demuestre mi
interés en estrechar mi vínculo con esa persona? Pues también voy a querer
saber pequeños datos sobre ella, para así poder tener pequeños detalles sobre
cosas que le gusten. O ni siquiera eso: sencillamente, porque me hace feliz
saber algo más de esa persona, por nimio que sea. A veces, según qué me cuente,
puede ser que me dé por investigarlo para adquirir el conocimiento necesario
para poder mantener una conversación sobre ese tema con la persona en cuestión,
si se diera el caso, pero también porque es un pequeño fragmento de su mundo y
quiero conocerlo. ¿Sabéis de dónde nació mi interés por Bruce Springsteen? De
que era el cantante favorito de una persona a la que quería conocer más a fondo
y, cuando me enteré, me puse a escucharlo para descubrir quién era ese cantante
que tanto le gustaba. Luego resultó que a mí también me encantó y con ello me
quedé. Y merece la pena recordar que yo me enteré en profundidad de lo que era
el autismo tras conocer a un chico diagnosticado del antiguo asperger, tema
sobre el cual quise leer para aprender a tratarlo adecuadamente porque quería
ser su amiga y quería que se sintiera a gusto conmigo. Si no hubiera pasado
eso, quizá hoy en día no tendría ni la sospecha de que soy autista, ni sabría
todo lo que sé sobre el tema.
Me
viene alguna anécdota más concreta a la cabeza. Por ejemplo, recuerdo una
vez que la situación se dio a la inversa: directamente pregunté qué música le
gustaba a esa persona, porque esa es otra: me gusta preguntar cosas sobre esa persona para conocerla mejor o tener algún detalle con ella. La razón en este ejemplo era sencilla: quería grabarle un CD con
canciones de sus cantantes y grupos favoritos, como así lo hice. En este caso
era alguien dedicado a la música, pero como a mí es un arte que me gusta mucho,
es verdad que a menudo me gusta regalar música a la gente que quiero, especialmente
si tengo que hacer una selección de canciones y unirlas de manera que queden
bien enlazadas por sus notas finales e iniciales y por sus contrastes. Me lo
paso bien haciendo eso y me gusta hacerlo por gente a la que aprecio. Incluso si vienes y me dices que quieres una serie de canciones de un mismo estilo, por ejemplo, me harás muy feliz. Recuerdo de adolescente que, una vez, un compañero de clase me pidió un CD de rap para un amigo suyo de Brasil que había venido de visita. Disfruté muchísimo grabándoselo.
Esto
también pasa al revés: que sea yo la que cuente sobre mí o hable de aquellas
cosas que me gustan y comparta algo relacionado con ello. Si alguna vez te he hablado ilusionada sobre algo que me gusta, he
compartido contigo un escrito mío, algo relacionado con algún anime que me
guste, he creado una lista de canciones (o te he preparado un pendrive con
ellas) de las que me gustan o me representan porque quiero que sepas sobre mí en este aspecto, te he dejado un libro o una película que forman parte de mi mundo, etc.,
tienes que saber que eres una persona importante para mí y que te tengo mucho
cariño. De lo contrario, no haría nada de eso. Mucho menos teniendo en cuenta
mi carácter introvertido y reservado, sabiendo que no me gusta nada hablar de mí.
Esa es otra: si te he contado parte de mi vida, puedes creer que para mí tienes
un valor incalculable.
Hablando de películas, series, animes, videojuegos y demás, hay veces que me apetece mucho, no solo hablarte de algo que me gusta, sino que me haría una ilusión enorme que lo vieras o jugaras, porque para mí es compartir todavía más en profundidad esa cosa. Y si la quiero compartir contigo es porque de verdad me interesas. No te digo más si, por casualidades de la vida, se da la situación de que podemos disfrutar de ello juntos. Entonces ese recuerdo se vuelve muy especial para mí, al igual que te vuelves tú, porque desde ese momento voy a sentir que algo muy especial me conecta a ti.
Una última cuestión que se me ocurre son los abrazos. Siempre digo que prefiero un abrazo a un par de besos, los besos no me gustan. Pero, aun prefiriendo los abrazos, a menos que me sienta obligada por la situación, por propia voluntad no se los doy a cualquiera. Y, por lo general, doy abrazos, sin más. Si te doy un abrazo bien fuerte, como un buen achuchón, entonces es que te quiero mucho y que valoro muchísimo estar viéndote en ese momento, porque lo voy a atesorar como un recuerdo importante. Esta es una muestra más: es preciso mencionar que a veces no doy abrazos y eso no significa que la otra persona no me importe, máxime si llevo a cabo alguna de las otras acciones anteriormente mencionadas. A veces, si no abrazo, es porque sé que no a todo el mundo le gusta ese tipo de muestra de contacto físico y me abstengo de intentarlo por respeto, para no incomodar. A lo mejor, si no te he dado un abrazo, sencillamente es que no sé si te gustaría recibirlo y me contengo hasta que algún día logre averiguarlo.
Todas
estas acciones son algunas de aquellas que demuestran –o incluso me demuestran
a mí misma– el interés por estrechar mis lazos con alguien. Y me consta que esto es algo bastante autista, incluso si hay personas neurotípicas que hacen algunas de ellas: pensad que en el universo autista, todo se vive con mayor intensidad y que, por mucho que lo hagáis, no será calando tan hondo en vuestros adentros en la mayoría de los casos.
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