Hoy es uno de esos días en los que el dolor me oprime el pecho, uno de esos días en los que sientes que ser autista duele, incluso si tienes gente a tu lado que te apoya, te respeta y celebra a diario tu autismo contigo. Y es que hay días lúcidos en los que te das cuenta del famoso muro del que constantemente hablo: la metáfora de las diferencias insalvables que desembocan en una inercia neurotípica de incomprensión, a menudo inconsciente. Seguramente muchas personas autistas sabrán de lo que hablo: Tienes personas allegadas a las que les encanta que seas autista, les gusta muchísimo tu forma distinta de ver el mundo y hacen todo lo posible para que te sientas bien a su lado. Desean cuidarte, entenderte, mostrarte que no tienes por qué llevar a cabo tu encrucijada personal en solitario. Pero un día llega el malentendido. Ese malentendido que entre personas neurotípicas se resuelve rápido y sin drama incluso si es una constante, pero que, cuando se trata de ti, persona autis...
Hace un tiempo estuve viendo una película de animación titulada El Imaginario que trata el tema de los amigos que solamente están en nuestra imaginación. Me puse a reflexionar sobre cómo podría afectar este asunto a una persona autista y he decidido que voy a analizar la cuestión partiendo de mi experiencia personal, habiendo sido una niña que tuvo un amigo imaginario. Primero de primaria para mí fue un curso bastante marcado por mi diferencia. Apenas recuerdo algunas cosas, pero en mi familia es un curso que se quedó bastante marcado, puesto que el asombro de mi tutor hacia mi diferencia y el cariño que le despertaba por ello eran bastante notorios. Un rasgo muy característico de mi yo de aquel entonces era que no me juntaba con nadie en el patio: me apañaba perfectamente jugando sola y parecía estar la mar de a gusto . Mi tutor había intentado a veces que jugara con compañeros o compañeras de clase, pero no había caso. En mi casa siempre han dicho que yo no echaba de menos...