Hace un tiempo estuve viendo una película de animación titulada El Imaginario que trata el tema de los amigos que solamente están en nuestra imaginación. Me puse a reflexionar sobre cómo podría afectar este asunto a una persona autista y he decidido que voy a analizar la cuestión partiendo de mi experiencia personal, habiendo sido una niña que tuvo un amigo imaginario. Primero de primaria para mí fue un curso bastante marcado por mi diferencia. Apenas recuerdo algunas cosas, pero en mi familia es un curso que se quedó bastante marcado, puesto que el asombro de mi tutor hacia mi diferencia y el cariño que le despertaba por ello eran bastante notorios. Un rasgo muy característico de mi yo de aquel entonces era que no me juntaba con nadie en el patio: me apañaba perfectamente jugando sola y parecía estar la mar de a gusto . Mi tutor había intentado a veces que jugara con compañeros o compañeras de clase, pero no había caso. En mi casa siempre han dicho que yo no echaba de menos...
No tener diagnóstico nunca impidió que me sintiera diferente , ni que fuera consciente de que no encajaba a nivel social con el resto. Deduje desde siempre que se debía a una falta de aprendizaje por mi parte y no escatimé en esfuerzos con tal de obtener ciertos logros, mientras con la mirada puesta en el futuro vislumbraba la creencia esperanzadora de que todo mejoraría, porque me sentía capaz y nada iba a poder conmigo, ni siquiera la mala suerte de toparme con la gente equivocada. A fin de cuentas, tan solo era una persona introvertida e independiente con malas experiencias sociales, mucha vida interior y mucho apego a la soledad. Mis esfuerzos se centraban en modelos de socialización , pero nunca mi observación y mi aprendizaje iban enfocados a cambiar aspectos de mi personalidad o mis intereses ni a ocultarme. Aunque tratara de mantener mi autenticidad, no me percaté de que ser fiel a uno mismo no te exime de moldear tu propia máscara . Fui consciente cuando llegué a l...