Yo no sabía que las personas autistas somos más proclives a sufrir parálisis del sueño hasta que leí la Guía Autista de Daniel Millán –lectura imprescindible, por cierto–. Me recuerdo con ganas de llorar mientras leía las líneas en las que Daniel mencionaba el asunto. Y es que, tiene todo el sentido del mundo, si tenemos en cuenta que toda la literatura referente a los patrones de sueño relacionados con el autismo indica una mayor incidencia en trastornos del sueño en personas en el espectro.
Para
aquellos que no sepan lo que es, paso a explicarlo:
La
parálisis del sueño es un tipo de parasomnia causado por lo general por
episodios intensos y/o prolongados de ansiedad o por dificultades para dormir,
especialmente una vez te has despertado de madrugada.
Este
es un tema que me interesó tiempo atrás por preocupación personal, así que lo
investigué bastante a fondo. Parece ser un fenómeno frecuente en la población
general y no es en absoluto preocupante a menos que llegue un punto en el que
confundas tus sueños con la realidad o a menos que las tengas de manera muy
recurrente. Pero, ¿en qué consiste? Hay dos tipos de parálisis del sueño: las
físicas y las mentales.
Las
parálisis físicas suceden cuando, después de estar durmiendo, te despiertas por
la mañana, abres los ojos y tu cuerpo está inmóvil: no lo puedes mover por más
que así lo desees y se lo ordenes.
Las
parálisis mentales suceden cuando recién estás empezando a soñar o recién te
estás empezando a despertar del sueño. Comienzas a tener lo que se cataloga
como «alucinaciones».
Estas alucinaciones podrán ser visuales o auditivas y, dependiendo del momento
en que se den, se llamarán de una manera o de otra. Si suceden cuando te estás
quedando dormido, será una «alucinación hipnagógica»;
en cambio, si ocurre cuando te estás despertando, se llama «alucinación
hipnopómpica».
Pero,
¿por qué ocurre esto? Porque el cuerpo y la mente entran en disonancia, están
en momentos distintos. Especialmente las parálisis del sueño de tipo mental se
dan durante la fase REM. Son
episodios muy desagradables que duran, por lo general, algunos segundos, pero
también pueden llegar a durar largos minutos.
Os
voy a contar mi historia, como siempre, para ilustrar la información:
Soy
una persona que, desde pequeña, tiene unos sueños muy vívidos. De hecho, aún
recuerdo algunos sueños que tuve en mi infancia y adolescencia. Podría contar
con los dedos de una mano los sueños bonitos que he tenido a lo largo de mi
vida… y creo que me sobrarían. Generalmente, he tenido sueños raros o
pesadillas.
Cuando
era pequeña, las pesadillas me hacían sufrir mucha ansiedad. Mi madre siempre
explica que lloraba como si alguien me estuviera matando. Es más: recuerdo
haber tenido alucinaciones estando despierta. Esto es lo que pasa cuando sufres
pesadillas muy vívidas en un momento en el que tú como persona no has aprendido
a distinguir la realidad de la ficción.
Desde
aquella época, coincidiendo con mi entrada en el colegio, empecé a sufrir de
insomnio de conciliación: me costaba quedarme dormida, pero, cuando me dormía,
siempre tenía sueño de calidad. Dormía muy bien porque dormía toda la noche sin
despertarme ni una sola vez.
A pesar de tener momentos muy alegres, tuve una infancia más bien tirando a regular y siempre he crecido experimentando
muchísimas pesadillas, seguramente porque mi relación con el miedo es bastante
mala. Han sido tantas, que ha llegado un punto en el que ya no me alteran
cuando me despierto. Durante un tiempo, hasta se convirtieron en rutina y ya no
me daban miedo.
Siendo
mayor ya, mi patrón del sueño cambió y ahora rara vez duermo una noche del
tirón. Además, los sueños lúcidos eran mi pan de cada día, así que, cuando
sabía que en un sueño aparentemente tranquilo se avecinaba algún suceso que iba
a transformar su naturaleza, decidía despertarme. Sí, lo hacía a elección.
Hasta ese punto había logrado dominar mis sueños.
Os
cuento todo esto porque a lo mejor os ayuda a prevenir las parálisis si veis
similitudes en mis patrones de sueño con los vuestros o a prestar atención por si
alguien de vuestro entorno las puede llegar a sufrir. También porque me sirve
de base introductoria. Vayamos ahora a lo que nos ocupa.
No
recuerdo qué edad tenía cuando sufrí mi primera parálisis del sueño. Debía
rondar los veinte. La primera vez fue una parálisis física. Abrí los ojos y
estaba viendo el techo de mi habitación y todo aquello que lo rodeaba. Pero no
podía mover mi cuerpo. Racionalmente me estaba alterando, pero no sentía
emocionalmente esos nervios, esa alerta que se te activa cuando algo no va
bien. Intenté llamar a mi madre, pero no me salía la voz. Me salió un «Mama…» sin
sonido y con muy poco aire. Sabía que me estaba pasando algo, pero me resigné.
Recuerdo que pensé: «Bueno, en algún momento vendrán a buscarme y se darán
cuenta de lo que me pasa». Después de pensar esa frase, cerré los ojos. Unos
segundos después los volví a abrir y ya podía moverme y hablar como siempre.
Pasados
unos años después de aquello tuve mi primera alucinación auditiva. Me desperté
y, en mi cerebro, sonó una melodía bastante desagradable que solo puedo
referenciar de una manera: el estilo era típico de videojuego retro de los
ochenta con una melodía en 8 bits. No le hice mucho caso porque no lo consideré
importante. Pero aproximadamente un año después me volvió a pasar y la musiquita
era la misma. Me resultaba familiar, no al punto de saber que el año anterior
la había escuchado en una situación similar, pero en mi interior sabía que la
había escuchado. Tampoco le hice caso, a pesar de que me dejara mal cuerpo.
En 2020
volví a tener la misma alucinación auditiva. Pero, aquella vez, sentí que me
irritaba muchísimo. No entendí por qué me malhumoró tanto, si solo era una
melodía, por más desagradable que fuera. Y entonces recordé las dos veces
anteriores. Me pareció curioso que siempre fuera la misma melodía, pero no
quise darle más vueltas… hasta que llegó el momento.
La noche
del 3 de enero de 2021 tuve mi primera parálisis del sueño de tipo mental
propiamente dicha, con sus alucinaciones visuales y auditivas. Empezó siendo un
sueño de aquellos curiosos en los que estás en un lugar con determinadas
personas y vas saltando de sitio en sitio viéndote con unos y con otros y
viviendo diferentes cosas. Pero aquel sueño tenía unos tintes muy particulares.
Como me causó tanto shock y algunos ya sabéis que Twitter es casi como mi
diario personal, allá que fui y lo conté. Si queréis leer el sueño completo,
aquí tenéis el enlace (aunque no tengáis cuenta de Twitter, se puede leer):
Clica aquí para acceder al hilo de Twitter.
Contaré la
parte en la que empezó la alucinación visual y la auditiva, ya que, justamente
esa parte, no la cuento al detalle. Estaba en mi habitación, tumbada en la
cama. De repente vi un boquete en la pared, es decir, justo a mi lado derecho –la cama está pegada a la pared–. Era un boquete enorme y decidí mirar, para
saber qué se veía. Vi al vecino que tenía en ese entonces. Estaba de espaldas,
tecleando en su ordenador. De pronto, algo me tapó la vista y yo me asusté y me
aparté. Repetí el proceso una vez más, con la diferencia de que descubrí de qué
se trataba: su perro miraba a través del agujero y luego metía el morro,
haciendo que el boquete se agrandara. Su hocico llegaba hasta mi habitación.
Como estaba tratando de alcanzarme, me aparté asustada y me acurruqué en mí
misma. Miré hacia el otro lado y vi mi antiquísimo ordenador de sobremesa por
detrás iluminado –como si fuera uno de esos televisores modernos con luces en
su parte trasera– y, en dos segundos, esta luz desapareció con un chispazo,
como si se hubiera cortado la corriente. Un fundido en negro apareció y la
alucinación visual de unos cuadrados de líneas blancas en movimiento –como
cuando extiendes lentamente una baraja de cartas, más o menos, para que os
hagáis una idea– se me pusieron a la vista. Entonces, volví a ver mi
habitación y, justo en ese lado, vi al perro del vecino, que empezó a ladrarme.
Ahí dio comienzo la alucinación auditiva con la misma musiquita de las otras
veces. Me desperté. En el hilo de Twitter hablo de alucinación hipnagógica,
pero no: era hipnopómpica. Mis parálisis de sueño siempre han venido con
hipnopómpicas, pero en aquella época confundía términos.
Aquel
sueño me perturbó muchísimo. Me dejó muy mal cuerpo y muy asustada. Porque si
algo tienen los sueños de una parálisis es que son verdaderamente grotescos y
con ese tipo de imágenes las personas autistas no solemos llevarnos bien. Es
decir, yo siempre tuve sueños raros y pesadillas, mi mente siempre ha mostrado
cierto grado de perturbación en el mundo onírico, para qué nos vamos a engañar.
Pero esto está a otro nivel.
Ese sueño
fue el que me impulsó a investigar qué era lo que me estaba pasando, porque por
mi manera de sentir y por las sensaciones que tenía mientras soñaba, me daba
cuenta de que no eran simples pesadillas. Entonces fue cuando descubrí los
términos de alucinación hipnagógica y alucinación hipnopómpica. En todo lo que
leía se trataba el asunto como una parasomnia, pero nadie especificaba que era
un tipo de parálisis del sueño… de eso me enteraría mucho después. Al final,
los términos no son importantes, sino descubrir qué te pasa y por qué.
Pero esta
fue un arma de doble filo. Ir investigando solamente me hacía más consciente de
todo y, por tanto, me hacía tener las parálisis de sueño mucho más presentes en
mi mente, con lo cual, corría el riesgo de provocármelas sin más, solo por
pensarlas con frecuencia. Y fue así: empezaron a ocurrirme de manera más
seguida. No sé si por tenerlas tan presentes o porque en el trabajo estaba
experimentando una época de muchísima angustia y ansiedad con el director
mafioso. Pero rara era la semana en la que no me daba al menos una. Estaba muy
asustada, porque no ayudaba a relajarme el hecho de que empecé a entender a mi
abuela paterna. Mi abuela María es la que os conté en la entrada El proceso de duelo ante la muerte que tenía Parkinson. Tanto el Parkinson como el
insomnio se relacionan con bajos niveles de dopamina y, dado que el Parkinson
es hereditario, confieso que a menudo se me había cruzado por la cabeza que
algún día yo lo tendría. Pero es que esto de las parálisis del sueño de tipo
mental se asemejaba muchísimo a las alucinaciones que mi abuela María confundía
con la realidad cuando su enfermedad estaba muy avanzada.
Quienes no
lo habéis sufrido nunca, supongo que no entenderéis la magnitud de lo
perturbador que resulta. Pero lo es y mucho. A mí me pone muy nerviosa hablar
del tema y estoy en un estado de inquietud enorme mientras escribo estas
palabras. Os aseguro que, quienes las padecemos, en las épocas en las que nos
dan seguidas, le tomamos muchísimo miedo a dormir. Quieres retrasar el momento
de acostarte a toda costa porque mejor es no dormir que enfrentarte a una de
esas. A mí me llegó a preocupar a tal extremo, que el que me sigue en Twitter
seguro que lo sabe ya: publico cada vez que me da una parálisis porque quiero
llevar un control exhaustivo de cada cuánto las sufro, por si llega el día en
el que me tenga que preocupar en serio y hacerme ver por un especialista.
Personalmente,
me tranquilizó un poco contarlo en mi grupo de amigos. Lo conté por mensajes de
WhatsApp después de sufrir uno de los episodios. Mientras escribía, lloraba
muchísimo y les contaba temblando todo el miedo que me daba. Pero fue muy útil,
porque hasta les mandé un audio tarareándoles la musiquita de las parálisis.
Porque sí, yo no suelo tener alucinaciones visuales. Es más: ni siquiera me
afectaban tanto las imágenes grotescas de los sueños –que sí me afectaban–.
Mi problema era, sobre todo, la dichosa musiquita. Si yo tenía una parálisis de
sueño sin la musiquita, me despertaba de manera diferente. Lo malo es que eso
solo me pasó una vez. La musiquita de las narices me crispaba los nervios, yo
lloraba y temblaba por culpa de esa melodía tétrica que, una de mis amigas, al
escuchar el audio, catalogó como de película de terror.
A mí
siempre me ha ayudado muchísimo saber el porqué de todo lo que me pasa. Así
que, después de hablarlo con ellos, me envalentoné y empecé a investigar cada
elemento. Me hice tan consciente de mis propias parálisis, que dejaron de
aparecer en sueños grotescos. Por alguna razón, empecé a soñar con escenas cotidianas,
lo cual dificultaba identificar cuándo estaba en una parálisis y cuándo estaba
soñando normalmente. Pero algo positivo saqué de ello: la musiquita poco a poco
dejó de tener tanta relevancia y a veces se escuchaba más bajita. De hecho,
conseguí que, de las tres partes que tenía, solo quedara la última parte, que
es la que menos miedo me daba. En esto también ayudó darme cuenta de qué era lo
que estaba pasando en el exterior para que mi mente tradujera eso en una
musiquita tan horrible. Lo que precedía a la música era una voz grave y rítmica
que decía algo así como «barao, barao, barao». ¿Sabéis qué era eso? Los latidos
de mi corazón. En serio, leedlo al ritmo de unos latidos y veréis cómo encaja.
Cuando estás en una parálisis del sueño, te dan palpitaciones muy fuertes, el
corazón se te acelera. Al descubrir eso, desapareció. Luego ya entraba la
musiquita con sus dos partes bien diferenciadas. Averigüé que eran una mezcla
de escuchar mis latidos con mis oídos (la introducción era por la sensación
interna), un tinitus pulsátil (el oído te late por dentro al mismo ritmo que el
corazón) que tengo en el oído izquierdo cuando se me acelera el corazón (y, por
tanto, el pulso) y, por último, los acúfenos que suenan en momentos de estrés.
Ser consciente de eso, ayudó a que la musiquita estuviera menos presente o a
que, al menos, me la tomara de una manera diferente: aprendí a relajarme y eso la controlaba de alguna manera.
Mi
investigación me llevó a estar en otra fase distinta con mis parálisis. Al
principio, como decía, aparecían en sueños grotescos o algo particulares. Por
ejemplo, recuerdo una vez que subía descalza las escaleras del patio de una
casa, de repente me sentaba, miraba la planta del pie y me había clavado un
cristal, por lo que estaba sangrando… entonces me giraba y veía desde la
carretera un coche que frenaba y de una de las puertas traseras salía Risto
Mejide vestido como un guardaespaldas; otra vez, estaba en un apartamento con
un montón de chicos, iluminado únicamente por la luz solar… y, de pronto, la
persiana de la terraza se empezaba a bajar mientras el lugar se iba quedando a
oscuras y veía sonrisas maliciosas en esos chicos.
En esos
casos, como estaba tan acostumbrada a que, al llegar una pesadilla, decidía
despertarme, inconsciente e involuntariamente, mi mente intentaba hacer lo
propio. Pero, claro, no es lo mismo una pesadilla que una parálisis: en la
pesadilla tú puedes llegar a tener cierto control sobre cuándo despertarte,
pero en la parálisis, si tu cuerpo no está preparado, no lo harás. Por inercia
inconsciente, plantaba cara a las parálisis y trataba de forzar al cuerpo a moverse,
pero eso solo empeoraba el episodio, lo tornaba más angustiante y duradero y
aumentaba el volumen de la musiquita. Además, tras despertar, me dolía mucho la
cabeza en la zona donde se encuentra el lóbulo frontal, lo cual es lógico,
teniendo en cuenta que es el encargado del movimiento. Cuando les conté sobre
el tema a mis amigos, uno de ellos me dijo que no luchara, que, aunque era muy
desagradable, intentara relajarme y esperara a que terminase. Él también las
sufría y así sobrevivía bastante bien.
Entre mi
investigación y la nueva perspectiva, como decía, mi manera de vivir las
parálisis cambió. Empecé a tenerlas con pasajes más cotidianos, como soñarme
tumbada en la cama, creer que estaba despierta, intentar levantarme y por la
sensación interna darme cuenta de que era una parálisis. Por la sensación
interna y porque, en el sueño, me caía constantemente. De esas veces en las que
han aparecido en momentos cotidianos, el único que de verdad me daba mucha
grima era cuando aparecía mi madre en el sueño. La imagen de mi madre en las
parálisis es mi madre poniendo los ojos bizcos, enseñando la dentadura de abajo
como un bulldog y sacudiendo la cabeza de lado a lado, como el gesto ese que
hacen en la India para indicar acuerdo o confirmación. Eso sí que me daba muy
mala espina y me ponía muy nerviosa. La última vez que soñé con ella, recuerdo
que dentro del sueño le preguntaba: «¿Esto es real?» y, sin mediar palabra, se puso
así como digo, a lo cual dije: «Vale, no es real».
A veces he
rozado el absurdo de soñar que me daba una parálisis y, con ello, conseguir que
me diera de verdad. Pero ahora mi relación con ellas es distinta: ya no me dan
tanto miedo y, cuando las tengo, procuro aplicar mi conocimiento para sufrir lo
menos posible.
Así he
pasado de sufrir una o dos a la semana a sufrir una cada dos o tres meses… y
espero con el tiempo conseguir que vayan desapareciendo. Las últimas que he
tenido, han resultado ser muy tenues, poco duraderas y casi nada angustiantes.
Ya sé lo que hay: sé que, cuando noto la sensación de vértigo en el cuerpo y un
calor parecido al despertar de una parte dormida me recorre por dentro, es que
estoy en una parálisis y tengo que dejarme llevar para que acabe cuanto antes.
Lejos quedan ya algunas de aquellas parálisis que llegaron a durarme entre veinte
o treinta minutos porque, o les plantaba cara, o creía haberlas superado cuando
no era así y el proceso se reiniciaba hasta siete u ocho veces.
Esta es mi
historia. Un poco larga, lo sé. Pero ahora viene la parte interesante. ¿Alguna
manera de prevenir las parálisis?
Pues no
distan mucho de las medidas que hay que tener en cuenta para disfrutar de un
buen descanso: horario regular para irse a dormir, no tomar bebidas energéticas ni azucaradas después de las cinco
de la tarde, evitar acostarse si no han pasado dos horas desde que comiste por
última vez, dejar un poco de lado las pantallas en la medida de lo posible,
hacer ejercicio… Pero, sobre todo, para este caso en concreto, yo os diría dos
que son bastante importantes:
La primera
es que no os vayáis a dormir si no tenéis sueño, pero, sobre todo, y lo imprescindible
de verdad, es que no os acostéis si estáis alterados. La mayoría de las veces
que a mí me han pasado esas parálisis han sido porque, al despertar de
madrugada, recordaba sucesos que me estresaban o generaban ansiedad… y con ello
se me dificultaba el volverme a dormir, caía rendida por el cansancio y acababa
siendo víctima de una parálisis.
La segunda
es que busquéis cualquier postura para dormir que no sea boca arriba. No dormir
boca arriba no te garantiza que no las tengas: yo suelo dormir de lado. Pero
también hay temporadas en las que me gusta dormir boca arriba y, desde que sé
este dato, procuro evitarlo lo máximo posible: ahora solo duermo boca arriba si
me quedo dormida por accidente. También es cierto que dormir boca arriba no implica
que necesariamente vayas a experimentar una parálisis de sueño, pero sí que
ayuda a que pueda aparecer.
¿Hay
señales de alerta? Sí, las hay. De la primera ya os he hablado: despertar en
mitad de la noche y darle vueltas a la cabeza sobre algo que os altera. Incluso
os diría que podría afectar aun si lo que recordáis es algo bueno. Mientras
os altere, os estrese u os dé ansiedad, intentad dejarlo fuera. Es muy, muy
difícil y lo sé por experiencia, sobre todo porque el inicio es siempre
producido de manera inconsciente y, cuando ya llevas un rato, es cuando te das
cuenta de lo que te está pasando. Pero si podemos frenar estos impulsos, mejor
que mejor, porque habremos reducido casi por completo la posibilidad de sufrir
una parálisis del sueño. La otra viene cuando ya lleváis un rato tratando de
quedaros dormidos, sin éxito. Si esto dura mucho rato, te puede venir dolor de
cabeza. Ese dolor de cabeza es un claro indicio de que, como te duermas, te va
a dar una parálisis. No siempre: yo cuando experimento ese dolor, suelo ponerme
un poco alerta y tratar de autoconvencerme de que no me pasará nada… y a veces
consigo no sufrir; pero a veces esto es insuficiente.
¿Es posible buscar algunas pistas para descubrir cuándo está por venir una parálisis mientras ya estás soñando? En las de tipo físico, probablemente no. Si acaso que estés medio despierto, intentes cambiar de postura y notes que no te puedes mover... pero eso no es una pista, eso es golpear directamente en la puerta de la parálisis, no te deja unos segundos para asimilar lo que vas a vivir. En cuanto a las mentales, a veces también es imposible darte cuenta hasta que estás dentro. Pero, algunas veces, va muy bien darte cuenta de tu nivel de conciencia mientras sueñas: durante las parálisis, la mente piensa como si estuviera despierta, aunque no lo esté. Por eso, eres capaz de comunicarte con tu yo onírico y pedirle que se relaje y demás. Igual esa es una buena pista. A veces, te percatas de que estás sintiendo internamente algo muy extraño que sabes que en una pesadilla no sientes o que es algo que te hace sentir peor que estando en una pesadilla, aunque la situación que presente no sea tan horrible. A mí algo que también me ayuda mucho es tomar conciencia de las cosas ilógicas que pasan:
Yo me he dado cuenta de que en mis parálisis del sueño hay cierta relevancia en el tema luz-oscuridad. Igual que sucedió con el ordenador que os contaba antes o la casa cuya persiana automática bajaba, también me han pasado otras como ir a buscar mi móvil, darle al botón para encender la pantalla, que esta se encienda, pero que yo no lo vea porque hay como una especie de pantalla negra encima que solo permite que vea los laterales iluminados. Esto es algo que nunca te va a pasar con un teléfono móvil real y es un tipo de símbolo que tampoco te ocurrirá en una pesadilla. Por ejemplo, otra cosa que me pasó fue mirar al techo y ver infinidad de insectos y bichos caminándolo con mucha luz, a sabiendas de que era de noche. ¿Cómo se va a ver tan claramente el techo si es de noche? Pues para mí esa es una pista. Pero así es como funciona mi mente y cada persona es un mundo aparte. Probablemente a otra persona le funcionen otro tipo de cuestiones y deba fijarse en otro tipo de detalles, buscar patrones en común. Si eres una persona autista adulta, te animo a que lo intentes: ya sabes que somos expertos en hallar patrones. Lo importante es iniciar esa fase de autoconocimiento para dar con la clave de tus sueños en parasomnia y, con base en eso, poder trabajar sobre ello y mejorar tu situación.
No hay ningún
remedio específico. Si tiene que venir, vendrá. Pero es bueno tener todo este
conocimiento de base y es por esta razón que he decidido compartir mi historia
y mis aprendizajes con vosotros.
La parálisis
del sueño no es una característica propia del espectro autista. De hecho, como
ya comentaba más arriba, es una parasomnia muy común en la población general.
¿Por qué me molesto en hablar de ello en el blog, entonces? Muy fácil:
hiperactividad neuronal y trastornos del sueño son muy comunes en el autismo.
Ambas condiciones te hacen más propenso y vulnerable a sufrir parálisis del
sueño. Esto y otros trastornos asociados, tales como la ansiedad. ¿Cómo si no íbamos
a despertarnos en mitad de la noche a darle vueltas a una pelea, a un examen
que nos preocupa, a algo que nos dejamos por decir y que nos encantaría decirle
a alguien, pero no podemos…? Tener esos despertares y no poder desprendernos de
la ansiedad que nos provocan nos catapulta hacia la parasomnia, nos da un pasaje
directo a la parálisis.
Poner todo
esto en conocimiento de autistas o familiares de autistas me parece muy necesario
para elaborar estrategias que a cada persona le puedan resultar útiles, llegado
el caso de que comiencen episodios así. A mí saber todo esto me ayudó a
tenerlas en un tiempo más espaciado. Eso y, supongo, llevar una vida más
tranquila y en paz conmigo misma, sentirme valorada en mi trabajo y no tener un
jefe machacón que me haga la vida imposible. Si yo me despierto a las cinco o a
las siete de la mañana, con mucho sueño, pero incapaz de dormir porque hay algo
que perturba mi paz mental, sé que tengo que buscarme la vida para frenar esos
impulsos autodestructivos cuanto antes si no quiero sufrir una parálisis del
sueño en el momento de caer dormida.
Y, como yo hubiera agradecido que alguien me explicara a fondo todo esto para entender lo que me pasaba y no sufrir tanto por el camino, he querido ser yo la que intente ayudar a otras personas escribiendo esta entrada.
ké buen título! Yo la primera vez ke me pasó no entendía ké me estaba pasando pero tenía claro ke no era una pesadilla ke era algo diferente, yo sentía ke estaba despierta y entonces no entendía por ké esas imágenes tan extrañas, intenté encender la luz pero no me podía mover y ya eso fue terrorífico. Cuando me levanté por la mañana me acordaba de la cosa tan extraña ke me había pasao y me asusté, no sabía ké explicación tenía eso. Cuando me enteré lo ke era me kedé más trankila y me acuerdo ke otra vez dentro de la propia páralisis yo me decía No te preocupes, ya sabes lo ke es, en algún momento acabará.. pero como veía ke se alargaba más ke la otra vez volví a entrar en pánico pensando ke igual esta vez no era eso y ke había realmente alguien en la habitación. Me dieron muy seguidos durante un mes más o menos en el ke estuve muy nerviosa porke acababa de kedarme en paro y además había problemas en casa de salud, y aparte efectivamente dormía boca arriba supongo ke por el calor. En los últimos ya no lo pasaba tan tan mal y de hecho a veces incluso llegué a pensar ke con esas imágenes podría haber hecho un buen cuento de terror pero tampoco es cosa de trivializar, la verdad ke prefiero no tenerlos y desde ke tomé las precauciones ke tú mencionas pues no me ha vuelto ni sikiera en épocas díficiles pero siempre pueden volver. Me apunto lo ke dices de tomar conciencia de las cosas ilógicas ke pasan, no se me había ocurrido. Gracias
ResponderEliminarMe costó mucho dar con el título, la verdad jajaja.
EliminarEs que aparentemente, cuando no lo vives y te lo cuentan, parece un sueño raro o una pesadilla común y corriente. Pero no es así: las emociones que despierta, las sensaciones internas que se tienen, son completamente distintas.
¿Ves? Cuando dan tan seguidos siempre hay alguna razón detrás que te genera estrés o ansiedad en la vida real. En mi caso fue el paro, luego el director mafioso.
Bueno, si escribieras cuentos de terror con lo que pasa en tus parálisis, no me parecería trivializar, en absoluto. Sería encontrarle un sentido artístico y creativo a algo que necesitas canalizar.
Las personas ke no han tenido esa experiencia no saben lo ke es, entonces cuando yo intentaba explicarlo se empeñaban en ke había sido una pesadilla. Menos mal ke buscando en internet encontré lo ke era, de hecho lo confirmé cuando vi una imagen ke había ke correspondía a una pintura famosa. Yo misma desde ke me pasó akello empecé a interpretar de distinta manera una canción ke me encantaba de The Cure y el cuento de El Horla, ahí me di cuenta ke en verdad no los había entendido del todo en su momento.
EliminarPues tienes razón, es una forma de canalizarlo ke creo puede ser beneficiosa psicológicamente para el ke lo escribe como incluso para algunos ke lo lean
Qué bueno que se empiece a conocer que entre las posibles causas de las parálisis del sueño está el espectro autista (yo tenía la certeza de que tenían mucho que ver, ya que se dice que tenemos parasomnias). Porque en salud mental incluso si ya tienes diagnóstico (o sospecha) de TEA el solo hecho de contar las malditas parálisis puede hacer que te quieran diagnosticar trastorno esquizotípico
ResponderEliminarEl autismo afecta mucho en los patrones de sueño. Entonces, ser autista es un "factor de riesgo" para sufrir parasomnias. Pero no es que la causa de la parasomnia sea el espectro autista, la causa de la parasomnia es la ansiedad asociada o los hábitos de sueño mal adquiridos.
EliminarNo he entendido eso... ¿Cómo que por contar lo de las parálisis ya te pueden diagnosticar el esquizotípico? Hasta donde yo sé, ninguna parasomnia es síntoma nuclear de ningún trastorno, ni de personalidad, ni de ningún origen. Es absurdo que lo utilicen para diagnosticar.
Y seguro que cualquiera que te lea y lo sufra o conozca a una persona que pase por eso te lo va a agradecer. Diste una gran cantidad de probables indicios para prevenir, cortar o espaciar esas parálisis.
ResponderEliminarSé muy poquito y nada del tema así que también diste una buena clase para los que llegan a leerlo como yo.
Me acuerdo cuando conversamos sobre los midis de los primeros Final Fantasy. Creo que algo me habías dicho de que no te terminaba de generar buenas sensaciones la música en 8 bits. Encima luego nos pusimos a buscar música clásica en ese formato xD
Bueno, me alegro que le estés encontrando la vuelta y vayas dominando a esa porquería, que debe ser horrible...
¡Saludos!
Sí, seguramente no era consciente entonces, cuando hablamos de la música en 8 bits, que había algo que no me terminaba de hacer sentir bien. No descarto que fuera por las alucinaciones auditivas, porque la musiquita esa es un verdadero horror... Pero capaz que no, yo la escucho de día y no me gusta, pero siento que es al mismo nivel que la música con sintetizadores y/o autotune. A saber.
EliminarSe pasa muy mal, pero estoy consiguiendo que cada vez los episodios se sientan más como un "ya estamos otra vez... bueno, que pase ya" en vez de sufrirlos.