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Sentires autistas: Misautismia, capacitismo y cuerdismo

Nunca imaginé que vendría tan pronto a tratar este asunto, pero acontecimientos recientes en mi vida me han llevado a tener que hablar de este tema en el blog. Antes que nada, definamos conceptos:

Se entiende por misautismia la negación del autismo de una persona autista por parte de otras personas. El capacitismo es la discriminación o el prejuicio social contra las personas con discapacidad. A veces, ambos conceptos se mezclan.

Cuando tú le cuentas a alguien que eres autista, lo haces teniendo la confianza en la persona o la institución a quien le expones una información personal tan sensible. Puedes esperar preguntas, dudas, incluso cierto grado de escepticismo… pero no que te nieguen categóricamente tu diagnóstico.

Esto lo digo pensando en lo que me pasó el otro día, que ha sido el detonante para venir aquí a hablar de este tema. Como algunas personas que me leen habitualmente ya saben, estoy estudiando un máster de Psicopedagogía. Antes de empezar los estudios, me planteaba seriamente si contarle al profesorado que soy autista o no. Tras varias sesiones de charla en los descansos con el profesor de una de las asignaturas que estoy cursando, tuve que acercarme a plantearle una duda sobre un trabajo que tenemos que realizar. Para contextualizarle mi duda, tenía que explicarle mi situación, pero no me importaba porque me inspiraba algo de confianza: qué menos, siendo un reputado psicólogo investigador cercano a su alumnado. Sin embargo, no encontré en él un punto de apoyo, que era lo que esperaba. Muy por el contrario, se rio y me dijo: «¿Quién, tú? A cualquier cosa se le llama TEA». Un psicólogo que defiende en el aula que no debemos soltar diagnósticos a la ligera, los niega a una velocidad más pasmosa todavía. Además, con cierta burla. Me sentí frustrada y avergonzada. Me queda solo una sesión con él, pero este triste recuerdo va a enturbiar todo lo bueno que hemos vivido con anterioridad. Me parece muy injusto. No es fácil dar el paso de contarlo, así que, es doloroso cuando te atreves y solo encuentras rechazo. Nunca me había pasado tan frontalmente y, quizás, por eso no sentía una necesidad directa de hablar de este tema. ¿Creéis que, después de esto, yo voy a confiar en docentes del máster? Pues me va a costar más, sinceramente, porque iré con un miedo mayor a menos que hagan méritos para demostrarme que puedo contarlo sin problema.

Yo estoy sola en esta andanza, pero si tenéis descendencia autista, ayudadles, por favor, a decidir a quién deberían contárselo y a quién no o a seguir buenos criterios de elección. Porque cuando metes la pata, ya no hay vuelta atrás y la sensación de vulnerabilidad es enorme. Nunca sabes si el conocimiento de la otra persona sobre ti va a tener algún efecto negativo en algún aspecto de tu vida, por ejemplo, como en este caso, en mi formación.

Y he hablado de este ejemplo, pero hay otros no tan intencionadamente direccionados. Cuando me topé con la información de lo que en aquel entonces se llamaba síndrome de asperger y a cada recurso que hallaba más me identificaba con ello, se lo comenté a muchísima gente para conocer su opinión. Misautismia y, al mismo tiempo, capacitismo, se da cuando la gente hace comentarios del tipo: «¿Cómo vas a ser autista, si tienes empatía?», «¿Cómo vas a ser autista, si eres muy inteligente?», «¿Cómo vas a ser autista, si…?». Por favor, aun si creéis que sabéis mucho del tema, contad hasta tres antes de soltar semejantes comentarios. No solamente por vuestras falsas creencias y prejuicios, sino porque si tanto os jactáis de vuestra empatía, qué menos que emplearla y vigilar con palabras que pueden ser dañinos para la otra persona.

La confianza se embarra cuando nos topamos de frente con la incomprensión. Más o menos sucede lo mismo con comentarios como  los típicos de «lo llevas bien» o «no se te nota». Es capacitismo sin discriminación, pero con prejuicio. Por eso no es buena idea hablar en esos términos. Y sé que este tipo de comentarios se dicen desde buenas intenciones, como cuando me dijo uno de ellos la psicopedagoga del último colegio en el que estuve trabajando. Pero este tipo de frases llevan el mensaje implícito de que ser autista tiene algo de malo. Es un alivio que no se te note o que lo lleves bien, porque qué pena sería si se te notara o lo llevaras mal. No sé si me explico. El autismo no es malo per se; es la concepción social del mismo lo que hace que el autismo esté tan estigmatizado. Este profesor mío, por ejemplo, habla de dificultades del desarrollo, en lugar de trastornos del desarrollo; habla de estructura mental distinta, en lugar de problema o trastorno mental. Y, sin embargo, ¿Cómo puede ser que luego negara mi diagnóstico tan a las bravas? Pues este tipo de contradicciones suceden a menudo. Tuve un compañero que también defendía esto de la estructura mental distinta, al mismo tiempo que hablaba de «dèria», que es una palabra catalana de uso peyorativo para referirse a ciertas manías o venazos, aludiendo al stimming autista en este caso.

Otra cara de la moneda del capacitismo es cuando, directamente, se asume que el problema está en ti. Es en esos casos cuando surge la discriminación. Creo que este ejemplo ya lo expliqué alguna vez: en el grado superior me tocó hacer un trabajo grupal justo al final. Yo al principio estaba contenta, pero una chica que estaba esperando a encontrar el momento perfecto para hacerme daño, aprovechó ese trabajo para llevar a cabo sus planes. Las otras eran amigas suyas, así que, obviamente, iban a estar de su lado. Hubo muchos problemas en el grupo, os puedo asegurar que ninguno ocasionado por mí. Sin embargo, cuando le contaron todo a nuestra tutora de clase, ella, sin conocer mi versión de los hechos, asumió que la culpa era mía: «No, es que claro, tú tienes que entenderlas, porque yo creo que lo que ha pasado aquí es que, como tú tienes problemas de comunicación, ellas no sabían cómo relacionarse contigo y...». Ellas me hacían el vacío y no querían tener en cuenta ni mis ideas, ni mi punto de vista; ellas quedaban para avanzar el trabajo a mis espaldas, pero la culpa era mía porque tengo problemas de comunicación. ¿Veis? Esto es capacitismo.

Otro aspecto a tener en cuenta es el cuerdismo, que no es nada más que pensar que la neurotipicidad es superior a los distintos neurotipos existentes. En otras palabras, que tú por no ser neurodivergente eres superior que una persona que sí lo sea. Superior en el sentido de más capaz. ¿Recordáis mi último «Sentires autistas»? ¿Ese del: «¿Serás capaz?»? Toda esa sociedad que describo bebe del cuerdismo y, por ello, lo referencio al final del mismo artículo.

Son actitudes que duelen mucho porque llevan consigo cierto grado de ridiculización, de humillación, de deshumanización o un poco de todas al mismo tiempo. Nunca debemos olvidar que detrás de una divergencia hay una persona. Que la divergencia define a la persona, pero no es lo único. Si asumimos que hay un neurotipo común y que el autismo es solo un neurotipo distinto, no puede ser que luego surjan conductas prejuiciosas o discriminatorias hacia el colectivo. Yo por ser autista no soy menos que nadie, gente autista que además es discapacitada no es inferior a los demás y, que yo sea una persona altamente funcional como al sistema neurotípico le gusta y con más facilidades de socialización que otros compis, no significa que yo no sea autista.

Porque detrás de mi diagnóstico hay años de lucha y sufrimiento. Solo yo sé todo lo que he vivido en mi infancia y en mi adolescencia, solo yo sé cuánta verdad hay en mis palabras cuando digo que hace apenas unos pocos años que tengo la sensación de que la vida me sonríe. Yo no nací con una capacidad social enorme, ni con una aceptación abismal del contacto físico. En mi caso, como el de mucha gente, tanto con diagnóstico como sin él, hay una historia, un bagaje, una evolución. Y no se puede borrar eso de un plumazo solo con pura observación. Porque no sabes si estoy haciendo masking o si he derramado lágrimas de sangre hasta conseguir un logro como el que estás contemplando. No me pongas en duda solamente porque solo te fijas en lo que ves y asumes que ya lo tenía incorporado de serie.

Algo que, personalmente, agradecí a mis compis del colegio donde estuve el curso pasado es que, cuando les conté que soy autista, en ningún momento me pusieron en duda. Lo aceptaron de buenas a primeras, aunque algunas tuvieran algún comentario como los mencionados arriba, de aquellos sin mala intención. Pero, desde luego, si me dan a elegir, prefiero mil veces que me digas que no se me nota o que lo llevo bien, que te he agarrado por sorpresa o que me preguntes como si estuvieras viendo a una rara avis, que no que niegues mi diagnóstico o que me discrimines por él. Porque una realidad a la que nos enfrentamos a menudo es a esa discriminación. Conozco a compis autistas que se dedican a la docencia y que sufren acoso laboral por ser diferentes. En colegios e institutos. Luego está la doble moral de educar en valores al alumnado y de intentar formarlo para prevenir el acoso escolar. Es decir, que lo que enseñan, no lo aplican en su vida diaria. Que me expliquen a mí esa incoherencia.

Si tanto me dicen en el máster y me dijeron en la carrera que hay que abrazar la diversidad e incluirla, ¿Por qué no se aplica en un contexto real? ¿Por qué el mundo es tan cruel? ¿Por qué si yo cuento que soy autista me expongo al borrado, al acoso, a la discriminación y a los prejuicios? Si todos somos diferentes, ¿No sería más lógico aprovechar las fortalezas de todos para compensar las carencias de los demás y así formar una sociedad plural y acogedora?

Pero no, claro. Cada día se hace más evidente que este ideal es una utopía. Y me da tristeza, porque yo, antes de saber que era autista, viví veinte años de mi vida como neurotípica y siempre le tendí la mano al resto. Porque no veo a las personas desde sus déficits, sino desde sus contextos. Acepto al otro tal como es y procuro que se sienta lo mejor posible mientras esté conmigo. A mí en ese entonces ya me discriminaban por bicho raro. Ahora que sé que soy autista y vivo al otro lado del muro, el abismo se ha vuelto abrumador y me ahoga un poco darme cuenta de que, por más que me esfuerce, junto a mi etiqueta vendrán mucho capacitismo, mucha misautismia fruto del desconocimiento de la gente que cree saberlo todo y mucho cuerdismo paternalista que buscará minimizar mis capacidades.

Es molesto y triste. A veces la gente se olvida de que también somos personas. Cuando a alguien le diagnostican autismo, no es un autismo con patas. Siempre lo digo: es una persona con sus inquietudes, con sus sueños, con su contexto, sus bloqueos, su historia de vida, su personalidad. Todo eso no lo puede borrar un diagnóstico, porque, que a mí me cueste gestionar las emociones o que me cuesten más los cambios que al individuo promedio, por ejemplo, no me hace menos persona ni peor ser humano. No soy inferior por ello, sino que soy diferente.

La misautismia duele porque, en cuanto surge, el vínculo de confianza que estableciste con la otra persona se rompe. Un vínculo que se echa a perder siempre duele. Además, te hace ser más consciente de cuán solo puedes llegar a sentirte por la incomprensión de los demás. A nadie le gusta sentir que niegan su identidad, que niegan su esencia. 

El capacitismo también lastima, aunque a veces se haga de manera inintencionada. ¿Algún ejemplo? Cuando le cuentas a un amigo que eres autista y, aunque le pidas que no te trate distinto, sí lo hace. Incluso si es con la intención de ayudarte. Porque esa ayuda te la da porque quiere, no porque la persona autista se la esté pidiendo. Ese apoyo te lo da basado en la imagen que tiene esa persona del autismo, pero el autismo es un espectro y, tal vez, lo que intenta hacer para ayudar al otro, solo sirve para incomodarlo. Aunque, de nuevo, prefiero eso al capacitismo voraz acompañado de cuerdismo, ese que te dice que no puedes ser docente por ser autista. Con la cantidad de profesorado negligente que enseña mal y no hace buenas clases, que hasta trata mal o incluso acosa a parte de su alumnado... Y a ti, que darás mejor o peor las clases, pero te implicas un montón con tu educando, te ponen en duda solo porque eres autista. Lo he dicho siempre: a todos se nos da mejor o peor algo relacionado con nuestro empleo; que mis dificultades tengan un nombre, no implica que solamente yo tenga esas dificultades o que las mías sumen más que las tuyas. Si hablamos del terreno docente, habrá quienes tengan problemas para gestionar el aula, otros para organizar actividades, otros que estén desactualizados tecnológicamente, etc. Yo no voy a ser mejor o peor porque me molesten los ruidos o los imprevistos. Solo soy diferente, igual que hay docentes con más paciencia que otros, algunos que chillan y otros que dialogan... Hay muchísimos factores como para que nos estemos preocupando de que en el colegio hay autistas entre el profesorado.

Sé que menciono mucho esto. No es rencor: es más bien que es un ejemplo ilustrativo para muchas cuestiones.

Así pues, si alguien os cuenta que es autista o veis que, sin contároslo, se comporta diferente a los estándares sociales, acoged a esa persona. No neguéis su autismo, no la discriminéis por ser divergente. No hay necesidad de tratar mal a nadie, ni de embarrar la confianza de una relación. La confianza de una persona no se traiciona: se cultiva. El borrado de un individuo no favorece a otro; la existencia de la diversidad enriquece a todo el mundo. Dejemos de ver la diversidad desde el déficit y pasemos a verla desde el contexto, desde la necesidad, desde la capacidad. Porque ser neurodivergente no es un delito, ni algo a lo que temer, ni algo que odiar, ni un sufrimiento: es vivir, sentir, pensar y experimentar distinto. Es ampliar un abanico de posibilidades a tu alrededor para crecer y conocer más personas variopintas. No neguemos la existencia de nadie porque su historia merece un respeto; no discriminemos ni prejuzguemos, intencionada o inintencionadamente, a otra persona sin saber cuál es su realidad; no nos creamos mejores o más capaces solamente por tener un neurotipo más común que el suyo.

Vivamos la diversidad, disfrutémosla y abracémosla.




Comentarios

  1. Ké necesario hablar de todo esto y, como siempre, siento ke aclaraste muy bien todos los conceptos pero ké triste tu desencuentro con ese profesor ke refleja hasta ké punto está interiorizado todo eso incluso tantas veces en esas personas en las ke confiamos o ke por su trabajo deberían haberse cuestionado y desterrado y siento de corazón esa situación de vulnerabilidad en la ke te has encontrao aunke como soy de natural optimista pues espero ke acabe bien.
    carmen la granaína

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    1. Sí, mi relación con él se arregló bastante porque no soy nada rencorosa. Pero igual fue un momento muy violento y hasta una compañera me comentó que qué me había pasado con el profe, porque había notado que al principio nos llevábamos genial y luego hubo un tiempo que se notaba una relación enrarecida, jajaja. Pero bueno, arreglado.
      Gracias :).

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  2. ¡Qué bien detallado todo! Por si quedaba alguna duda con los términos. Y horrible lo que te sucedió con el profe, sobre todo porque sentís traicionada tu confianza. Te armás de valor para contarle algo y que el otro se lo tome a risa es de lo peor. Obvio que se potencia al tratarse de una persona que tendría que saber ubicarse mejor, pero imagino que lo más doloroso a nivel humano y no a profesional.

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    1. Claro. Se me hace incomprensible que un psicólogo te niegue tu diagnóstico por la cara. O sea, lo mismo que te dice que no hay que diagnosticar a la ligera, tampoco se debería quitar diagnósticos porque sí, sin hacer las pruebas relacionadas ni conocer en profundidad a la persona. Pero vaya, que lo que me sentó peor fue que justamente yo tenía esa relación de confianza con él y sentí que se rompía un poco. Pero en fin, al final acabamos bien,

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